_
_
_
_
LA HORA DE LA GUERRA | La zona del conflicto

Las milicias kurdas se ponen bajo mando del Pentágono

Juan Carlos Sanz

Las mujeres y los niños han huido al campo mientras los hombres empuñan las armas en el Kurdistán iraquí. Erbil, la capital del territorio que escapa al control de Sadam Husein desde 1991, era anoche una ciudad fantasma, patrullada por los peshmergas (milicianos) en medio de continuos apagones y sometida de hecho a toque de queda. Los líderes kurdos del Gobierno autónomo han aceptado poner a sus más de 70.000 combatientes bajo el mando de Estados Unidos durante una acción armada contra el régimen de Bagdad, según ha confirmado Zalmay Jalilzad, enviado especial del presidente George Bush ante la oposición iraquí.

Los peshmergas parecen ahora ser aún más necesarios en los planes del Pentágono para lanzar cualquier ofensiva desde el norte de Irak, a la vista del rechazo de Turquía al paso por su territorio de 62.000 soldados de EE UU con armamento pesado. Jalilzad se reunió el martes en Ankara con representantes del Gobierno turco y con los dirigentes kurdos iraquíes Yalal Talabani, de la Unión Patriótica del Kurdistán, y Nechirvan Barzani, del Partido Democrático del Kurdistán, según una información difundida por la BBC.

Más información
Turquía asegura que sus tropas no entrarán en el Kurdistán iraquí

Turquía, cuyo Parlamento bloqueó hace 20 días el despliegue terrestre de EE UU para abrir un frente norte contra Bagdad, sólo aceptaría ahora el paso de tropas a través de su espacio aéreo. El Gobierno de Ankara no ha ocultado su voluntad de intervenir militarmente en Irak con el doble propósito declarado de controlar un eventual flujo de refugiados hacia la frontera turca y de proteger a la minoría turcomana del norte iraquí. Pero, por encima de todo, Turquía teme la proclamación de un Estado independiente en el Kurdistán iraquí que pueda servir de modelo para los más de 12 millones de kurdos que viven dentro de sus fronteras. Por todo ello, Jalilzad intenta poner ahora en marcha mecanismos de comunicación entre kurdos y turcos para evitar futuros enfrentamientos entre teóricos aliados y en plena retaguardia de las fuerzas estadounidenses en Irak.

Entretanto, de la bulliciosa ciudad de más de un millón de habitantes que era el pasado fin de semana Erbil no quedaba casi nada al mediodía de ayer. Desde el pasado lunes, cuando Bush lanzó su ultimátum a Sadam, casi todos los comercios permanecen cerrados y la circulación es casi inexistente en sus calles. Erbil, a 40 kilómetros de las posiciones iraquíes, y Dohuk, a apenas 10 kilómetros, se hallan dentro del alcance de la artillería pesada y los misiles del Ejército iraquí. Suleimaniya, en el sur del territorio autónomo, también fue atacada con misiles tras el levantamiento contra Sadam que se desencadenó tras la guerra del Golfo.

La carretera que lleva desde Zaho, en la frontera turco-iraquí, hasta Erbil, está salpicada de campamentos provisionales con lonas y cuerdas levantados por las familias que han escapado de las ciudades. La mayor parte de las casas de las aldeas han reforzado puertas y ventanas con plásticos para evitar la penetración de gases tóxicos en caso de un ataque químico. La movilización militar parece general, y los peshmergas, con abundante munición de reserva y cascos de combate, controlan todos los cruces del camino, en una zona próxima a la provincia iraquí de Mosul, que cuenta con una importante guarnición militar.

En los puestos de gasolina de contrabando del puente de Kalar, en el límite entre el Kurdistán autónomo y el resto de Irak, el combustible ha aumentado de precio un 60% en las últimas 48 horas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_