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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Respuesta a Lodares

"Si alguien vive en Galicia o en Irlanda, advertirá que ni el gallego ni el irlandés resultan en sí imprescindibles: una política tendente a popularizar el alemán (dentro y fuera de sus fronteras) será, por tanto, razonable, mientras que otra tendente a que el gallego o el irlandés resulten imprescindibles en sus comunidades será lenta, cara y conflictiva", dice el señor Lodares en su artículo del Debate del pasado domingo en este periódico.

No tengo por qué suponer mala fe a las muy inconsistentes opiniones del señor Lodares (muy lamentables científicamente, y sin ninguna consideración democrática, por decirlo dulcemente) sobre el carácter prescindible de las lenguas minoritarias (el gallego, en mi caso, pero también las demás de este país: catalán y euskera, cuando menos).

Lo cierto es que las lenguas son parte importante de la construcción simbólica de las comunidades, y son mucho más que un problema lingüístico. Todo lo que rodea a las lenguas es objeto de la sociología (no sólo de la llamada sociología lingüística), sobre todo de las sociologías y psicologías constructivistas, y tiene derivaciones de todo tipo. El señor Lodares usa simples ideas de sentido común (y qué sentido común tan perverso, en este caso), y no recurre, porque no las conoce, a las teorías e investigaciones propias de este campo difícil del constructivismo sociocomunitario y los equilibrios simbólico/económicos que hacen rentable y necesario (una lengua minorizada y minoritaria, por ejemplo) lo que al sentido común más llano le parece prescindible, caro, etcétera. Una vez más, y van muchas, se da cancha en este tema a un "partisano" de la liquidación de nuestras lenguas que desconoce las cuestiones científicas de fondo (probablemente un lingüista no tenga por qué conocerlas), y se ponen en circulación verdaderas naderías científicas para justificar, una vez más, la barbarie. Tanto más de lamentar cuando, con la otra mano, se trata de identificar la defensa de nuestras lenguas con el terrorismo, etcétera. Un panorama peligroso, regresivo e irracional. Pero aún susceptible de empeorar. Siga insistiendo usted.

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