Bush y el motín del 'Caine'
A bordo del USS Caine, fue el asunto de las fresas el que finalmente convenció a los escépticos de que al capitán le pasaba algo. ¿Es la política exterior el kilo de fresas de George W. Bush?
A lo largo de las últimas semanas, se ha producido una epidemia de revelaciones. Una larga lista de expertos que anteriormente respaldaban la política del Gobierno de Bush respecto de Irak han cambiado públicamente de opinión. Ninguno de ellos se opone al objetivo; ¿quién no querría ver derrocado a Sadam? Pero por fin se están dando cuenta de que Bush es el hombre equivocado para lograrlo. Y hay más gente de la que uno podría imaginar -incluidos buen número de trabajadores del Departamento del Tesoro, del Departamento de Estado y, sí, del Pentágono- que no sólo ponen en duda la competencia de Bush y de su círculo íntimo de asesores, sino que creen también que los líderes de EE UU han perdido el contacto con la realidad.
Si eso suena duro, considérese el desastre de la diplomacia reciente: un desastre producido por una impresionante arrogancia y una vanidad enormemente inflada. El círculo íntimo de Bush parece asombrado de que la táctica que tan bien funciona con los periodistas y los demócratas no funcione con el resto del mundo. Han hecho promesas, ignorando el hecho de que la mayoría de los países no confían en su palabra. Han amenazado. Han jugado la baza de la inevitabilidad. ¿Cuántas veces han afirmado los miembros del Gobierno de EE UU que habían conseguido los votos necesarios en el Consejo de Seguridad? Han advertido a otros países de que si se oponen a la voluntad estadounidense son objetivamente pro terroristas. Pero, aún así, el mundo se muestra reacio.
¿Es que no se ha permitido a nadie en el Departamento de Estado señalar que en cuestiones no militares Estados Unidos no es en absoluto dominante, que Rusia y Turquía necesitan más el mercado europeo que el nuestro, que Europa les da el doble en ayuda exterior que nosotros y que en buena parte del mundo la opinión pública importa? Aparentemente, no. ¿Y con qué fin ha alejado Bush a todos nuestros aliados valiosos? (Y quiero decir de todos: puede que Tony Blair esté con nosotros, pero la opinión pública británica se opone ahora con virulencia a Bush). Las razones dadas en un principio para convertir a Irak en una prioridad inmediata se han venido abajo. No ha aparecido ninguna prueba de la supuesta relación con Al-Qaeda, ni de que exista un programa nuclear activo. Y la ansiedad del Gobierno de Bush por creer que existe un programa nuclear iraquí ha conducido a una serie de embarazosos desastres, culminados por el caso de los papeles falsificados de Níger, que supuestamente respaldaban esa afirmación. A estas alturas, está claro que derrocar a Sadam se ha convertido en una obsesión, ajena a todo verdadero fundamento.
Sin embargo, lo que realmente provoca el pánico en los expertos es la irresponsabilidad de Bush y de su equipo, su casi infantil negativa a enfrentarse a problemas de los que no les apetece encargarse ahora mismo. He hablado en esta columna sobre la extraña pasividad del Gobierno norteamericano con respecto al estancamiento económico y al galopante déficit presupuestario: no se permite que la realidad se interponga en la obsesión por los recortes de impuestos a largo plazo. Esa misma actitud de "no molesten, estoy ocupado" está llevando a la desesperación a los expertos en política exterior, dentro y fuera de la Administración pública.
¿Necesito señalar que es Corea del Norte, no Irak, el claro peligro actual? El programa nuclear de Kim Jong Il no es ni un rumor ni una falsificación: es una incipiente cadena de montaje de bombas. Pero el Gobierno insiste en que ésa es una mera crisis "regional" y se niega incluso a hablar con Kim.
El Informe Nelson, un influyente boletín informativo sobre política exterior, afirma: "Sería difícil exagerar la creciente mezcla de ira y desesperación, de repugnancia y temor que mueve a los especialistas en política exterior de Washington a medida que se acerca el ataque contra Irak y la crisis de Corea del Norte se encona sin que exista una política estadounidense coherente... En este momento, la política exterior en general, y más concretamente la política respecto de Corea, podría convertirse en el `Waco´ de George Bush... Esta vez, son Kim Jon Il (y Sadam) quienes interpretan el papel de David Koresh... Las mentes sobrias luchan por introducirse en la mente de George Bush".
Todos esperamos que la guerra contra Irak sea una victoria rápida, con un mínimo de bajas civiles. Pero cada vez más personas se dan ahora cuenta de que, aun cuando todo vaya bien al principio, habrá sido una guerra equivocada, librada por razones equivocadas; y el precio que habrá que pagar por ello será enorme. Desgraciadamente, es casi seguro que las revelaciones de los sabios hayan llegado demasiado tarde. Existen todas las probabilidades de que cuando ustedes lean mi próximo artículo la guerra ya haya empezado.
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