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De las mujeres que se enganchan a la igualdad

"Durante millones de años las mujeres han estado sentadas en casa, y ahora las paredes mismas se hallan impregnadas de esta fuerza creadora, que se engancha a las plumas, los pinceles, los negocios y la política. Y debe concluirse que sería una lástima terrible que le pusieran trabas o lo despreciaran, porque es la conquista de muchos siglos de la más dura disciplina, y no hay nada que lo pueda sustituir". Con estas escasas pero intensas palabras resumía Virginia Wolf en Una habitación propia (1929) la lucha de la mujer por alcanzar la igualdad.

Las Cortes Valencianas acaban de dar un paso decisivo en el proceso de consolidación de la igualdad real, que mujeres como Wolf hace 75 años vislumbraron con claridad, de la misma forma que antes lo habían hecho otras mujeres como la francesa Olympe de Gouges al presentar la Declaración de Derechos de las Mujeres y Ciudadanas, en 1789, y tantas otras mujeres anónimas.

En esa misma lucha han destacado las recientemente homenajeadas en los premios Isabel Ferrer concedidos por la Generalitat Valenciana, Rosario Bogas, Alicia Alonso, Alison Lapper, Heather Mills McCartney y Lourdes Alonso. Mujeres que han situado la dignidad humana en el escalafón más alto de su lucha.

Más allá de las fechas concretas y de las personas que con esfuerzo individual y colectivo nos han situado en el momento actual, era preciso desbrozar la senda que aún nos queda por andar. Con esa visión el Gobierno valenciano emprendió una ronda de conversaciones con las entidades y asociaciones de mujeres para alcanzar un texto de consenso lo más amplio posible.

Se buscaba, y se ha conseguido, una norma integral que fuera más allá de las soluciones parciales que otras leyes han emprendido en comunidades autónomas como la de Castilla-La Mancha o Baleares (situación laboral, violencia doméstica, educación, trabajo, participación política, familia) y que están suspendidas por el Tribunal Constitucional. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ésta es una ley de máximos que ha contado con una amplia participación social: desde la universidad (con estudios previos de especialistas en derecho) hasta el Consejo Valenciano de la Mujer (con representación sindical, asociativa e institucional). La primera ley que abraza todos los aspectos que inciden directa o indirectamente en la vida de la mujer y que por ello la convierten en un precedente para el futuro.

Con este escrupuloso reconocimiento de la participación de las mujeres, me costaba en su momento entender las razones que llevaban al principal grupo de la oposición, Socialista-Progressistes, a plantear una enmienda a la totalidad, es decir a romper la voluntad unitaria de las mujeres para hacer realidad la actual ley. Pero mayor fue mi asombro, si aún cabía, cuando presentaba sus alternativas y comprobar que en lo sustancial el acuerdo era total, y que la mejora del texto podía encauzarse por la vía de las enmiendas.

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Sin embargo, el Grupo Socialista-Progressistes, como elefante por cacharrería, pasaban por encima de la voluntad de las mujeres. Su posición era numantina. "Estrategia política de desgaste al gobierno", me asegura un politólogo que se denomina tal acción. Pero en este caso, la estrategia iba más allá, pues pasaba por encima de las aspiraciones de las mujeres y de una sociedad que iba a sentar un precedente histórico: la primera ley integral y realista del estado basada en el rigor y la participación.

Nadie hasta el momento ha llevado al plano de la discusión la necesidad de esta ley. Las mujeres como primeras pero no únicas beneficiarias vieron desde el principio la oportunidad histórica de avanzar en la igualdad; ellas fueron las primeras que alzaron la voz de la participación en un texto del que querían ser partícipes, y de ellas partió la necesidad de transmitir la exigencia de alcanzar acuerdos entre los diferentes grupos políticos. Y así lo hicieron saber a cada uno de ellos.

Pero la voz de las mujeres no les ha parecido suficiente. Han preferido situar la estrategia política por encima de las aspiraciones legítimas de la mayoría de la sociedad. Una mayoría formada por ciudadanas y ciudadanos que reconocen el pacto político como base sobre la que trabajar en temas fundamentales. Y la igualdad real entre hombres y mujeres es uno de ellos.

Quizá como afirmaba en estas mismas páginas la profesora de derecho constitucional, Asunción Ventura, "la tramitación de esta ley puede ser el momento para iniciar un debate acerca de los pactos políticos y la cuestión de género". Si es así bienvenida sea, pero me queda la duda de saber si el PSOE está dispuesto a situar el debate de la igualdad por encima de la estrategia, o, si por el contrario, la maquinaria electoral le impide disociar el trabajo parlamentario de la estrategia partidista.

Porque la ley de igualdad no va a resolver de un plumazo los problemas con que tropieza a diario la mujer, pero no es menos cierto que sin esta ley las mujeres continuarían otros muchos años a la espera de un futuro que hace tiempo que desean que sea presente. Ahora, pese a las trabas y del desprecio de los que hablaba Virginia Wolf, tenemos la seguridad de que las mujeres y hombres de esta Comunidad hemos dado un paso de gigante en la concreción de la igualdad. Una igualdad que es una premisa ineludible para la libertad.

Rafael Blasco es consejero de Bienestar Social.

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