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Columna
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La difícil libertad

Antonio Elorza

Los dos lamentables episodios registrados en Barcelona, de que han sido víctimas sucesivamente Fernando Savater y Gotzone Mora, tienen un denominador común, la creciente oposición por parte de grupos sectarios a que los vascos ejerzan la libertad de expresión cuando no son nacionalistas, pero su significado no se agota aquí. Ambos sucesos han tenido como marco ideológico un catalanismo al que tradicionalmente considerábamos como variante nacionalista identificada con la tolerancia, en tanto que el segundo, de modo particular, constituye una llamada de atención acerca del papel restrictivo que sobre este tema crucial, la defensa de la paz en Euskadi, vienen desempeñando distintas autoridades académicas, y de modo particular algunos rectores de universidad, de los que Joan Tugores es el último, pero no el único exponente.

La incidencia en Cataluña de la radicalización del nacionalismo vasco explica la actitud de rechazo frontal, por parte de gentes hasta hace poco razonables, a todo lo que dentro y fuera de Euskadi pueda representar defensa de la Constitución y crítica a las posiciones políticas del Gobierno vasco y del PNV. Cada vez es más generalizada la admiración hacia esos vascos que muestran el camino de la liberación nacional, y correlativamente, la desconfianza respecto de las actitudes críticas, desechadas en toda ocasión por españolistas. Todo lo que viene de los abertzales es bueno, hasta los politólogos a la violeta, y ninguna muestra más clara que el masivo apoyo prestado a ciegas y sin reservas a las acusaciones planteadas en la plaza pública, que no ante los tribunales, por el director de Egunkaria. De ahí a coincidir con la equiparación brutal formulada por Arzalluz entre ETA y ¡Basta Ya! hay sólo un paso, y puestas las minorías activas a imitar, ¿por qué no seguir la eficaz pauta fascista, tan fielmente aplicada en medios abertzales, de impedir por la fuerza que el otro hable? Aquellos que como Manuel Vázquez Montalbán se recrean lanzando denuestos anticentralistas en Avui debieran ser conscientes de que el patio está en su tierra listo para que tales polvos produzcan escasamente deseables lodos.

Lo del rector de la Universidad de Barcelona respecto de la conferencia de Gotzone Mora, al prohibirla primero y explicar luego tal decisión en forma peregrina, es un paso más en dicha dirección. No es la primera vez que un rector interviene discutiblemente, cercenando el posible desarrollo de un movimiento pacifista contra el terror, como le ha sucedido en la Autónoma de Madrid a Manos Blancas por dos veces y con dos "magníficos" sucesivos, o adoptando una postura de equidistancia que de hecho suponía indefensión para aquellos atacados desde las trincheras abertzales: cuando, miembro por sorteo de un tribunal en la UPV -el que otorgó la cátedra a Edurne Uriarte-, vi textos de mis informes internos reproducidos en Kale Gorria, publicación del entorno etarra, pedí amparo al rector y éste ni se dignó contestarme. No faltan quienes ni siquiera reciben a sus profesores al ser éstos amenazados. Tales ejemplos muestran los penosos residuos de un tiempo peor observables aún hoy en el comportamiento de un tipo de autoridad acostumbrada, por encima de las ideologías de sus portadores, a actuar de forma discrecional, ignorando muchas veces la propia normativa a que debiera ajustar sus actuaciones, a sabiendas de lo costoso que resulta la restauración del derecho para las víctimas de la decisión arbitraria.

En el plano simbólico, la carta abierta del rector Tugores tras prohibir la conferencia, titulada nada menos que Elogio de la superioridad moral, ilustra hasta el límite esa pretensión de ejercer una preeminencia natural, proporcionada sin duda por el cargo. Tugores se permite dar lecciones a las "gentes de bien", mostrándoles el grave error de actuar y hablar de forma similar a como lo hacen "los violentos" (decir terroristas sería sin duda grosero), y que para el caso resultan ser quienes critican a los nacionalistas o a él mismo (como Ibarretxe, en tercera persona, a "este rector"). Hay, pues, "una espeluznante y dramática simetría" en el discurso sobre Euskadi -¿entre Savater y Otegi?-, nos dice sin ruborizarse este fino analista que de este modo intenta encubrir su contribución a la estrategia que dentro y fuera del territorio vasco intenta silenciar a quienes se oponen al terrorismo y censuran las complicidades y encubrimientos que por desgracia son el pan de todos los días en el nacionalismo democrático. Unos boicotean y golpean, otros prohíben o ignoran: perfecta complementariedad moral.

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