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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El argumentario

No hay evidencia alguna de que exista relación entre Sadam Husein y Al Qaeda, la organización responsable de los atentados del 11-S. Éste es el principal argumento empleado por el periódico The New York Times para oponerse en su editorial del pasado domingo a una invasión de Irak. No lo cree así el presidente del Gobierno, José María Aznar, que en la entrevista concedida a Tele 5 el lunes por la noche, mantuvo erre que erre este argumento en el centro de su discurso. Si de algo abominan los ciudadanos españoles es de la dictadura y el terrorismo. Pues bien, Aznar utilizó en 18 ocasiones la palabra terror y sus derivados y 19 veces la de dictador. Todo para conducir a una conclusión: que Sadam Husein es un peligro directo para la seguridad de los españoles frente al que Aznar tiene la obligación de reaccionar. Es una más de las variadas manipulaciones políticas que han trufado una entrevista llena de argumentos falsos, todos en la misma dirección, entre los que tuvo buen cuidado de no considerar que el alineamiento con la política de Bush puede suponer en sí mismo un peligro para la seguridad de España.

Basta con la resolución 1.441. El respeto de la legalidad internacional exige, como mínimo, que el Consejo de Seguridad se pronuncie sobre el cumplimiento o incumplimiento de sus obligaciones por parte de Irak. Y que autorice de forma inequívoca el uso de la fuerza. Para lograr un acuerdo por unanimidad, en la negociación de la resolución 1.441 se suprimió expresamente esa referencia. No hay, pues, automatismo por mucho que lo repita Aznar. Es falso que la guerra dependa sólo de Sadam Husein, por más que a veces, como ayer al forzar la interrupción del vuelo de reconocimiento de un U-2, el sátrapa iraquí parezca esforzarse por atraerla. La guerra depende del presidente Bush, a quien apenas citó Aznar en su entrevista, y la decisión está ya tomada. Los términos Bush y guerra son precisamente los que Aznar elude pronunciar en sus intervenciones públicas.

Derecho de veto. Un solo voto en contra de una nueva resolución por parte de un miembro permanente del Consejo de Seguridad convertiría en ilegal el ataque, incluso si fuera apoyado por una mayoría de nueve miembros del Consejo. Las reglas no se pueden cambiar en mitad del juego. De aprobarse la propuesta presentada por el Reino Unido con el apoyo de España y EE UU, la situación cambiaría radicalmente. El Consejo constataría que Irak ha desaprovechado la "oportunidad final" para desarmarse y le emplazaría a cumplir en algunos puntos esenciales, ampliando el plazo, según se filtró ayer, hasta fin de mes. Pero la constatación ya no del incumplimiento, sino de la buena conducta de Sadam Husein para evitar la guerra, necesitaría a su vez la aprobación del Consejo sin vetos. A Estados Unidos le bastaría así con rechazar esa constatación para tener las manos libres para el empleo de la fuerza.

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Kosovo y cambio de régimen. No hubo veto a la guerra de Kosovo en el Consejo de Seguridad, en contra de lo que dijo Aznar, porque nunca se sometió a votación ante el temor a una oposición rusa. La guerra fue apoyada por organizaciones regionales como la OTAN y la UE. Su objetivo no fue derrocar a Milosevic, sino evitar una catástrofe humanitaria. La caída del dictador fue una consecuencia no inmediata. El cambio de régimen en Irak, aunque deseable, no está contemplado en ninguna resolución.

Participación militar española. Aznar no aclara qué hará España. "Afortunadamente en España tenemos unas Fuerzas Armadas profesionales", declaró. ¿Es un mensaje subliminal de que la vida de un soldado profesional cuenta menos que la de uno de leva, o de que, por el hecho de ser profesionales, cambian las limitaciones constitucionales sobre las Fuerzas Armadas? Cabe, además, recordar que las fuerzas españolas y británicas estarán sometidas a la nueva jurisdicción de la Corte Penal Internacional cuyos 18 jueces tomaron posesión ayer en una ceremonia en La Haya, pero no los de EE UU, que la ha rechazado.

Intereses materiales. La afirmación de que Francia, Rusia y China tienen "intereses materiales en Irak" resulta contraria a la buena diplomacia, enfría aún más las relaciones con París y permite presuponer que Estados Unidos no los tiene y que España no cuenta con los cuantiosos beneficios que prometió Jeff Bush a cambio de su buena conducta. Aznar no menciona que una empresa anteriormente dirigida por el vicepresidente de EE UU Richard Cheney opta por contratos en la reconstrucción de Irak.

Si el Gobierno de Aznar quiere convencer, debería empezar por evitar las falacias, ahorrarse las manipulaciones y buscar argumentos mejores y más sólidos.

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