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Secuestro de gases contra el cambio climático

Los expertos estudian la inyección de dióxido de carbono en profundidades geológicas y marinas

Si las emisiones de dióxido de carbono (CO2 ) en la atmósfera están provocando el problema del cambio climático, ¿por qué no quitarlo? ¿por qué no intentar sacarlo del aire, o al menos impedir que llegue a la atmósfera, y acumularlo en algún sitio donde no sea perjudicial, como depósitos geológicos o las profundidades oceánicas? La idea es viable, aunque no exenta de críticas, y ya hay programas en marcha que exploran esta opción tecnológica de secuestro de CO2. El sector de los combustibles fósiles es el más entusiasta, sobre todo en EE UU, pero también se trabaja en esta dirección en Europa, en Australia, en China y en Japón. Para unos el secuestro de CO2 supone una oportunidad de seguir adelante con el petróleo y el carbón como combustibles principales en el mundo; para otros, es como barrer la basura debajo de la alfombra, en lugar de mejorar la eficacia y el ahorro energéticos, y avanzar hacia fuentes reutilizables y nuevas alternativas. La reciente reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), en Denver (EE UU), dedicó dos sesiones a discutir los retos del secuestro de CO2.

La idea de hacer aspiradores que saquen este gas de la atmósfera parece aún lejos de convertirse en realidad. Más accesible es la opción de evitar la emisión en las plantas que la generan. Para el secuestro de carbono -no confundir con los llamados sumideros, que cuentan con la capacidad de la vegetación para absorber este gas de efecto invernadero- se apunta hacia las profundidades oceánicas y los sedimento marinos, y hacia varias formas de almacenamiento geológico.

Neeraj Gupta, de los Laboratorios Battele Columbus (EE UU), discutió en Denver tres posibilidades de secuestro geológico: acuíferos salinos profundos, yacimientos de gas y petróleo exhaustos y vetas carboníferas no explotables. Klaus S. Lackner, de la Universidad de Columbia, se centró en las rocas de silicatos de magnesio, que reaccionan con el dióxido de carbono para formar carbonatos de magnesio, "un almacenamiento seguro y permanente". El proceso tiene cuatro fases: separación del CO2, compresión, transporte e inyección.

De momento, los expertos apuestan por instalaciones de captura y secuestro de CO2 junto a la fuente que lo genera (plantas energéticas o de extracción de combustibles fósiles), ya que el transporte por tuberías encarece el sistema y provoca la oposición de la población, apuntó Gupta.

La idea de secuestrar CO2 es antigua y se han hecho muchos estudios teóricos. Sin embargo, las tecnologías no están listas aún a la escala necesaria para quitar de en medio grandes cantidades de este gas, aunque "secuestrar unos pocos millones de toneladas de CO2 es fácil", señalaron los expertos, recordando que en el Mar del Norte, en la plataforma noruega Sleipner de extracción de gas natural ya se separa CO2 y se inyecta en una formación geológica a mil metros de profundidad.

En este programa, denominado Sacs, participan varias empresas petroleras y cuenta con el apoyo de la Comisión Europea. "Allí se inyecta un millón de toneladas de CO2 licuado al año", explicaba recientemente a EL PAÍS Ola M.Johannessen, del centro Nersc (Bergen, Noruega). "La tecnología para el secuestro de CO2 existe, pero es tecnología antigua, hay que hacer nuevos desarrollos tecnológicos y muchos cálculos económicos", afirmaba este experto. "Lo más costoso es separar el dióxido de carbono, más que licuarlo e inyectarlo a presión".

En EE UU, el Departamento de Energía (DOE) ha puesto en marcha un proyecto de una planta prototipo de carbón para la producción combinada de electricidad y de hidrógeno, con un sistema de captura y secuestro de CO2 en formaciones geológicas profundas. En una primera fase se pretende absorber el 90% de este gas, pero se considera posible llegar al 100%. Un tercio de las emisiones de dióxido de carbono estadounidenses procede de las plantas generadoras de electricidad.

Para el secuestro subterráneo hay que hacer estudios integrales de capacidad de los depósitos y de la estructura geológica de las zonas, además hay que evaluar posibles riesgos para la población y el medio ambiente y de escapes de CO2, resumió Gupta. En las vetas carboníferas, hay incertidumbres acerca de fenómenos químicos y físicos implicados en la inyección de dióxido de carbono, puntualizó Curt White (Laboratorio Nacional de Tecnología Energética). En cualquier caso, hay que asegurar que los almacenamientos son estables, permanentes y seguros.

En cuanto a meter CO2 en el océano, Johannessen recordaba que se iniciaron proyectos en Hawai y en Noruega que se suspendieron por motivos medioambientales, pero sigue adelante un programa en la Bahía de Monterrey (California), con ensayos de inyección de CO2 líquido a más de 3.000 metros de profundidad.

También se ha considerado la dispersión de dióxido de carbono directamente en el mar, pero según el DOE, esta opción es más controvertida porque puede producir daños en los ecosistemas. "Somos muy cautelosos", dice Jim Bishop, del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley y codirector del Centro de Investigación de Secuestro Oceánico de Carbono. "Antes de bombear CO2 en el mar, necesitamos comprender mejor cómo funciona".

Aspiradores para limpiar el aire

Cualquier diseño que mueva aire puede ser utilizado para absorber dióxido de carbono", dice Klaus S. Lackner (Universidad de Columbia). Los diseños más futuristas que se vieron en la reunión de la AAAS en Denver sobre secuestro de CO2 eran unos gigantescos aspiradores para captar el dióxido de carbono de la atmósfera -y después almacenarlo-.

Aunque estas instalaciones no están tecnológicamente resueltas, en principio "hacer pasar el aire por encima de un absorbente que extrae el CO2 es simple", comentó Lackner. "Cualquiera que haya estudiado química de nivel medio sabe que el aire, al pasar por encima del agua salobre, suelta su dióxido de carbono", dijo. "Curiosamente" añadió Lackner, "lo más caro no sería limpiar el aire, sino reciclar el material absorbente". El uso de agua salobre produciría piedra caliza, pero hay otros posibles absorbentes.

Estos aspiradores atmosféricos podrían así capturar el CO2 que generan, por ejemplo, automóviles y aviones "y no haría falta cambio alguno en las infraestructuras existentes ni en los estilos de vida actuales", apuntó este experto.

Para Lackner la opción del secuestro de CO2 sería una tecnológica de transición desde la actual economía basada en los combustibles fósiles (el 85% de la energía comercial mundial) hacia nuevas fuentes alternativas al carbono. De momento, la Administración Bush, tras renunciar al Protocolo de Kioto, defiende su Iniciativa de Cambio Climático Global, que no contempla objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y que apuesta por tres opciones tecnológicas, según especifica el Departamento de Energía: "Hacer que el sistema energético sea más eficiente; aumentar la contribución de las energías renovables, las nucleares y el gas natural y capturar y secuestrar CO2, metano y otros gases de efecto invernadero que normalmente se emitirían a la atmósfera".

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