Multipolarismo frente a unipolarismo
Es impensable que surja una iniciativa de calado empresarial desde Barcelona sin que al menos un vocero del régimen la califique de conjura política o de "operación de reparto de cromos" entre los nacionalismos catalán y vasco, u olfatee cierto perfume antiespañol. Sucedió ayer. Paciencia. Ya cuando el BBV se fusionó con Argentaria, Emilio Ybarra tuvo que defender ante Rodrigo Rato la sede bilbaína del banco resultante con la pregunta de si no se podía ser español desde Bilbao.
Quienes para argumentar esas inquinas identifican a las escasas grandes empresas que habitan la periferia con los ejecutivos autónomos de sus territorios delatan el subconsciente según el cual toda gran compañía de servicios debe rendir sumisión, favor o amistad al Gobierno. Proyectan también la historia reciente de las privatizaciones del PP a otros ámbitos político-territoriales.
¿Mala fe? Combinada con ignorancia. El ejemplo de libro es La Caixa, el socio de referencia de Gas Natural. El brillante mandato de Josep Vilarasau a su frente ha estado salpicado de desencuentros con el Gobierno de Pujol. Desde fecha temprana (1990) éste puso zancadillas iniciales (por boca de Ramón Trias Fargas) a la fusión Caja Barcelona / Caja de Pensiones; le enceló la independencia y poderío del grupo Caixa (frente al fracaso de Banca Catalana); receló de su estrategia de implantación como banca universal en toda España. Y en vez de condecorar a su estratega, le obliga ahora a jubilarse sin motivos.
De modo que no hay desafío nacionalista en este caso. Sí, en cambio, pulso de poder empresarial, entre La Caixa / Gas Natural y Repsol. La petrolera ve técnicamente bien la fusión con Iberdrola (no en vano la intentó ella dos veces); sólo objeta el mal momento y su carácter hostil: asuntos que afloran cuestiones de poder. En otro momento (una posguerra de Irak remuneradora para las petroleras) podría, con los recursos de los que ahora carece, reintentar ella la operación. Pero Gas Natural (GN) dispone de ellos y de capacidad de endeudarse: es su buen momento, más aún cuando la cotización de la eléctrica sigue una línea alcista. ¿Por qué comprar mañana más caro?
El pulso Repsol / Caixa en GN (ex Catalana de Gas, recuérdese) arranca de lejos. Pere Duran Farell pactó con Felipe González y Óscar Fanjul la paridad de consejeros, pese al peso accionarial casi doble de éste. Con el tiempo, la petrolera quiso imponer la mayoría, lo que ahora le perjudicaría al haber tenido que desinvertir en GN a fin de salvar otros muebles. Para fortificarse, acaba de lograrde sus amigos del Gobierno una vergonzosa ley de OPA que le excluye, traje a medida para recuperar posiciones en GN, de la obligación de opar por la totalidad del capital en esta empresa.
La fusión con Iberdrola propuesta por Antoni Brufau, amén de una operación empresarial interesante en sí (habrá que ver si también para los consumidores) se defiende de esa amenaza expropiatoria petrolero-gubernamental. Difumina el peligro de que La Caixa se vea difuminada desde el poder por antonomasia.
Claro que también quiebra el sueño de Repsol -y de sus mentores- de convertirse en el gran acorazado energético español, en un actor global. Si la OPA triunfa, lo será, quizá con más modestia y menos engolamiento, GN.
Ni Brufau ni Vilarasau son peligrosos separatistas (al menos de momento), ni monaguillos del pequeño poder autonómico. Pero sí tienen ideas. "La España que hoy necesitamos es un país plural, vertebrado alrededor de varias capitalidades que compitan entre ellas en cuanto a iniciativas y dinamismo. Una España, en definitiva, multipolar y no unipolar". Así reza el documento El papel del Estado en el mantenimiento del equilibrio económico territorial de España, elaborado en octubre de 2001 por el Círculo de Economía. Su presidente es Brufau. Por eso propone la tricapitalidad de la empresa fusionada (Bilbao, Madrid, Barcelona). A diferencia de quienes piensan que España empieza en la Puerta del Sol y acaba en la plaza de Castilla.
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