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Las trampas de los tratados

El tratado comercial entre Chile y Estados Unidos está siendo alabado como el primer acuerdo importante del hemisferio occidental desde que se firmara hace una década el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA). Pero aunque es celebrado en determinados círculos estadounidenses, exhibe muchos de los problemas que caracterizan los pasados acuerdos comerciales, problemas que generan mucho descontento respecto a la globalización. De hecho, en muchos aspectos es un paso atrás.

En algunos aspectos, el acuerdo con Chile abrió nuevos caminos, pero en la dirección equivocada. No aprovechó la oportunidad que brindaba de llevar a cabo un comercio más abierto con un mercado nuevo que tiene un sector público altamente desarrollado y muy cualificado. Especialmente irónica fue la disposición diseñada para restringir la utilización por parte de Chile de los controles de capital sobre los flujos de capital especulativo a corto plazo. Chile usó estas medidas de manera eficaz y efectiva durante la primera mitad de los años noventa. Las investigaciones indican que esas restricciones no afectaron al flujo de capital a largo plazo. Al contrario, probablemente fomentaron los flujos entrantes, ya que los fondos que de otra forma se habrían invertido a corto plazo fueron inducidos a permanecer más tiempo.

EE UU entiende que si un país supera a las empresas estadounidenses en competencia es porque sigue prácticas desleales

Durante ese periodo de restricciones de los flujos de capital, Chile creció rápidamente, un 7% anual de media. Y lo que es más importante, las restricciones de capital significaron que cuando Latinoamérica cayó en la recesión y la depresión en esa misma década años más tarde, cuando el capital especulativo huyó de la mayoría de los países latinoamericanos, Chile se libró en gran parte.

En la actualidad, Chile no impone ninguna barrera a la entrada de capital. ¿Por qué, entonces, preocuparse de que el nuevo acuerdo comercial restrinja lo que Chile no está haciendo? De hecho, el problema hoy no es la afluencia excesiva de capital; los mercados internacionales han dado la espalda a los nuevos mercados. Por tanto, restringir las entradas de capital no es necesario ahora.

No obstante, en el futuro eso puede cambiar. Mientras tanto, hay muchas evidencias que indican que tales flujos presentan riesgos sin ninguna recompensa a cambio: conducen a una mayor inestabilidad, no a un mayor crecimiento. Además, los países con un fuerte endeudamiento a corto plazo ponen en peligro su autonomía política.

Los acuerdos de libre comercio no aseguran un comercio libre. Esto es debido a que Estados Unidos usa otras muchas medidas proteccionistas para bloquear las mercancías extranjeras. Después de que se firmara el NAFTA, Estados Unidos adoptó medidas para restringir algunas exportaciones mexicanas. Chile se enfrenta ahora a medidas similares, como lo ha hecho en el pasado, acerca de algunas exportaciones, como el vino y el salmón.

La filosofía del Gobierno de Estados Unidos es que los productores estadounidenses son mejores que los de cualquier otro país. Por tanto, si un país supera en competencia a las empresas estadounidenses, debe ser porque sigue algún tipo de práctica desleal. Pero este tipo de razonamiento hace caso omiso de la teoría económica del sentido común, que sostienen que el comercio se basa en que cada país exporta bienes que reflejan su ventaja relativa (o comparativa).

Un verdadero acuerdo de libre comercio comenzaría por la premisa de que no importa dónde se produzca una mercancía: una práctica comercial desleal lo es con independencia de que el productor sea estadounidense o chileno. A lo largo de los años, Estados Unidos ha desarrollado un corpus jurídico bien formulado para definir las prácticas de comercio desleal dentro del país; por ejemplo, qué es la fijación de precios depredadora y cómo decidir si se ha producido. Esa ley se basa en principios económicos. Aunque imperfecta, es mucho mejor que las llamadas leyes de "comercio justo" que se aplican al comercio internacional, que no son sino proteccionismo descarado.

Por tanto, aquellos que celebran el nuevo acuerdo comercial entre Estados Unidos y Chile deberían ser prudentes. Puede ser que inhiba la capacidad de Chile de protegerse contra los caprichos de los mercados de capital, y puede ser que no conduzca a un comercio verdaderamente libre o justo.

Joseph E. Stiglitz es catedrático de Economía y Finanzas en la Universidad de Columbia y Premio Nobel de Economía 2001.

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