Elija, señor Aznar
Usted, señor Aznar, fue mejorando como orador desde que era líder parlamentario de la oposición hasta llegar al poder. No fue, sin embargo, su momento más feliz cuando imperativamente le dijo a González que se fuera. Ha cumplido una primera etapa de Gobierno beneficiada de una mejora en la coyuntura internacional, pero proporcionó en ella algunas sorpresas agradables: la capacidad de pacto con sindicatos y nacionalistas y una política económica con aspectos positivos. Otras, lo fueron menos: la actitud ante los medios y la configuración de una galaxia empresarial a su cercanía. Su Gobierno con mayoría absoluta ha sido bastante peor: ha tenido mala suerte y, además, ha gestionado de forma muy desgraciada todas las crisis que se le han presentado.
Pero, sobre todo, señor Aznar, ha elegido usted un estilo que resulta difícil de comprender. Siempre resultó desabrido, pero ahora, de puro desmesurado, bordea lo intolerable. Utiliza usted en el Parlamento un lenguaje por completo inapropiado: allí lo más efectivo es el estilete y la ironía, pero usted prefiere la llave de lucha grecorromana o la cachiporra. Un partido de centro es siempre un colchón o un pararrayos que reduce el intercambio de golpes o las descargas eléctricas que se dan en la política o en la sociedad; en sus manos el Partido Popular se ha convertido en una antena multiplicadora de la crispación. Todo ello es inútil, perjudicial para todos, contraproducente.
Así sucede, en especial, con relación a la crisis de Irak. Admitamos que los actores han dado ejemplo propiciando una gran movilización social, pero, a la hora de hacer geopolítica, en sus manifiestos han resultado más que discutibles. El PSOE tiene flancos no protegidos para su postura: por ejemplo, que si ésta se generalizara en toda la comunidad internacional los elementos de presión sobre Sadam Husein serían mínimos. Pero en una España necesitada de liderazgo para un momento difícil, su posición, señor presidente, bordea lo incomprensible. Después de habernos privado de una explicación durante semanas, a continuación ha seguido una línea caracterizada por el hecho de que lo que dice no lo hace; y además, lo que hace no lo dice. La política de Estados Unidos, nuestro aliado y amigo, tiene el inconveniente de haber agravado la famosa sentencia de Teddy Roosevelt: él era partidario de enseñar una gran estaca y hablar bajito. Bush ha aumentado el tamaño de la estaca, vocifera y, además, no escucha, ni siquiera a los cercanos. Usted dispone de tan solo un mondadientes, es (somos), si no liliputiense sí más bien achaparrado; y no oye a los ciudadanos españoles.
Es tanta la repetición de reacciones parecidas en su caso que sólo cabe recomendarle meditación y lectura. Leyó usted el pasado verano las memorias de Churchill; complete ahora sus conocimientos con la biografía sobre él de Roy Jenkins. En ella se describen los meses finales de actividad del político británico (no se quejará usted del paralelismo). Era, como él mismo se describió -y como usted-, un avión al final de su vuelo al atardecer, falto de gasolina, en busca de un lugar seguro donde aterrizar. Sabía que podía obtener pocos éxitos y se empeñaba en una gran maniobra internacional que estaba fuera de sus posibilidades. Su sucesor -ya previsto- le miraba con lo que pintó como "ojos hambrientos cada vez más suplicantes e impacientes". Supo tomar la decisión de abrirle paso.
Usted va a elegir a quien compita con el PSOE por la presidencia del Gobierno en 2004. Por el bien de todos y sobre todo de los suyos hágalo pronto, no más allá de después de las próximas elecciones y, mientras tanto, súmase usted en la discreción, en la seguridad de que hay, en sus filas, quienes lo hacen ya bastante mejor que usted. No sé si se da cuenta, pero está propiciando un casi imposible, como es la resurrección de la extrema izquierda. Y, sobre todo, está dejando en la incertidumbre, perpleja, a la derecha. En la citada biografía se dice de un personaje que parecía medio loco y estaba completamente cuerdo. Algunos de los que le votaron, se lo juro, piensan ahora que su caso es exactamente el contrario.
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