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Reportaje:

Inventos para afrontar el terrorismo

Una oficina selecciona aparatos en EE UU para detectar ataques químicos

Los norteamericanos tienen gran fe en el poder de la máquina y viven pendientes de la seguridad, así que cuando el mes pasado el Departamento de Seguridad Interior recomendó como medida de prevención contra un ataque terrorista la compra de cinta aislante, la cinta aislante desapareció de las estanterías de los comercios. El departamento que dirige Tom Ridge, en alerta extrema, ha empezado a colaborar con una oficina cuya misión es financiar inventos de uso antiterrorista, uno de los cuales es un sensor del tamaño de una tarjeta de crédito que detecta la radiactividad de una bomba nuclear sucia. Los bomberos de Chicago van a empezar a utilizarlo este mes.

José Padilla fue detenido en mayo del año pasado al aterrizar en Chicago bajo la acusación de tramar un ataque terrorista en el que iba a emplear una bomba nuclear sucia. Es un simple explosivo convencional rodeado de material radiactivo, sin la capacidad de destrucción de una bomba atómica, pero con la capacidad potencial de contaminar radiactivamente una amplia zona urbana.

Un sensor como una tarjeta de crédito puede alertar del nivel de contaminación radiactiva

Padilla está incomunicado y sin acceso a abogados, en aplicación de las medidas antiterroristas vigentes, interrogado por unas autoridades que temen represalias de grupos relacionados con Al Qaeda en un país que desde el 11 de septiembre de 2001 se siente en el centro de la diana. La seguridad se ha convertido en una obsesión nacional, periódicamente avivada con alertas como la impuesta durante casi todo febrero, cuando se recomendó a los ciudadanos que hicieran acopio de material para sobrevivir al menos tres días aislados.

En este clima de temor -que también ha suscitado notas de humor y comentarios irónicos- ha trascendido la existencia de una hasta ahora discreta oficina creada a mediados de los ochenta por el Pentágono y el Departamento de Estado para escrutar ideas antiterroristas. La existencia de un Grupo de Trabajo de Apoyo Técnico era desconocida por el público, pero no por quienes inventan aparatos o máquinas de posible uso en la lucha contra el terror, que desde el 11 de septiembre le han presentado del orden de 16.000 ideas en busca de financiación, según revelaba ayer The Wall Street Journal.

La propuesta de un detector de radiactividad de una bomba nuclear sucia llegó a la oficina más o menos en la época de la detención de Padilla y rápidamente llamó la atención entre las 400 o 500 ideas analizadas aquel día por los expertos del Grupo de Trabajo, según declara al periódico Todd Brethauer, consejero científico de la oficina. El objetivo de la oficina es valorar los proyectos y ver cómo de factibles son sin desatender el precio, dos condiciones que convirtieron al detector de radiactividad en triunfador.

Por apenas tres dólares, los norteamericanos podrán pronto adquirir un aparato del tamaño de una tarjeta de crédito que les alertará sobre la exposición a contaminación radiactiva mediante una banda de color que brillará conforme al grado de envenenamiento detectado en el aire. El Grupo de Trabajo sólo dedicó 105.000 dólares a financiar la idea, una entre las muchas que particulares, pequeñas compañías y centros de investigación elevan al Gobierno, bien por iniciativa propia o en respuesta a la lista de proyectos elaborada por los distintos departamentos gubernamentales. Entre los artilugios sometidos a seria consideración está un aparato similar a un ordenador portátil que puede transmitir imágenes e información desde un lugar atacado con armas químicas, un sistema de alerta que identifica a un potencial francotirador antes de que haga el primer disparo, invento sobre el que la oficina sólo reconoce su existencia. Otros proyectos en distintos estados de estudio y desarrollo son el arco detector de material explosivo, que dispara aire a presión sobre las personas y recoge y analiza el polvo desprendido para determinar si el sujeto ha estado en contacto con material explosivo, y un sistema para escrutar pasajeros y equipajes en las estaciones a razón de 200 viajeros a la hora.

Una mujer observa una máscara antigás, el pasado febrero, en una tienda de Yardville (EE UU).
Una mujer observa una máscara antigás, el pasado febrero, en una tienda de Yardville (EE UU).ASSOCIATED PRESS

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