Piedras en el camino
Los designios de la Casa Blanca sobre Irak se alejan cada vez más de las razones invocadas en el otoño -el peligro internacional que supone un Sadam Husein equipado con armas de destrucción masiva- para que el Consejo de Seguridad aprobara la resolución 1.441 por unanimidad. Los acontecimientos conspiran contra el presidente Bush, con la excepción de la captura de uno de los máximos cerebros de Al Qaeda, ya en manos estadounidenses y fuera de Pakistán. Bagdad, que siente en la nuca el aliento de la guerra, comienza a inutilizar parte del centenar de sus misiles y súbitamente encuentra documentación que avalaría la destrucción hace años de gas nervioso VX y bacterias de ántrax. Colma la lista de contrariedades la decisión turca de rechazar el despliegue de tropas estadounidenses en su territorio.
Para la Casa Blanca, decidida a llegar hasta las últimas consecuencias, el voto de su aliado turco reviste especial gravedad si no es enmendado en los próximos días. Retrasa su agenda de guerra, le priva del estandarte propagandístico que representaría el apoyo de un relevante país musulmán y deja en el aire sus elaborados planes para invadir Irak desde el norte con los efectivos de la 4ª División de Infantería, una formidable fuerza de choque cuyos blindados esperan la decisión en decenas de transportes fondeados en aguas turcas. El no de Ankara forzaría un ataque terrestre masivo desde Kuwait y haría más vulnerables las fuerzas estadounidenses y las de sus eventuales aliados.
Tanto la iniciada destrucción de sus cohetes Al Samud, saludada por el jefe de inspectores, Hans Blix, como la supuesta de arsenales bacteriológicos y químicos, acreditan una vez más la inveterada táctica de Sadam de mentir por principio y plegarse con cuentagotas a las presiones sólo cuando le colocan al borde del precipicio. Con ambos gestos, el dictador iraquí trata de restar argumentos a Bush y hace un guiño a países como Francia y Rusia, con derecho a veto, pero también a los miembros indecisos en vísperas de una trascendental reunión del Consejo de Seguridad para considerar la nueva resolución para la guerra apadrinada por Washington, Londres y Madrid. En el caso español, Aznar, enfrentado a una semana crucial de su mandato, tendrá hoy la oportunidad, en la votación secreta del Congreso, de poner a prueba la unidad y cohesión de su propio partido.
Esta situación cambiante está despojando el discurso de Bush de sus iniciales apelaciones a la seguridad internacional y derivándolo hacia el oportunismo. Hasta el punto de que pretende oficializar como segunda condición para evitar el ataque el abandono del poder por Sadam, algo que sería saludado por la inmensa mayoría de la comunidad internacional, pero que no contempla la resolución 1.441. El presidente de EE UU se encuentra por momentos ante la verdad desnuda: o proseguir sus planes de invasión con un apoyo internacional cada vez más limitado o aceptar las demandas de muchos de sus aliados, que piden más tiempo para los inspectores de armas. Esta opción debe ser considerada por la ONU.
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