"Sólo el asesinato de Sadam puede impedir la guerra"
Es el gobernante que más tiempo lleva en el poder en Asia: 22 años. En junio pasado Mahathir Mohamad, de 77 años, el carismático primer ministro de Malaisia, dejó la dirección de la Organización Nacional de Malaisios Unidos, el partido que encabeza la coalición gubernamental, y en octubre renunciará a la jefatura del Gobierno. Le sustituirá el viceprimer ministro, Abdullah Ahmad Badawi.
Mahathir, un musulmán mucho más moderado en su comportamiento que en sus discursos, deja en herencia un país de 23 millones de habitantes que se ha desarrollado vertiginosamente y en el que, bajo su férrea autoridad, conviven pacíficamente los malaisios -la mayoría musulmana- y las minorías china e india. Antes de retirarse definitivamente, Mahathir asumió hace una semana un último cargo, la presidencia de los no alineados, un movimiento fundado hace más de 40 años por países que no querían respaldar a EE UU ni a la URSS.
Pregunta. ¿Para qué sirve este movimiento si ya no hay bloques?
Respuesta. Más que nunca necesitamos estar juntos, aunque no desarrollemos una política común. Tenemos un mínimo denominador común para resistir a algunas de las actuaciones del Norte que nos perjudican. Las grandes esperanzas nacidas tras el fin de la guerra fría se han desvanecido. Unos pocos intentan ahora imponer sus valores con un completo menosprecio de las culturas y tradiciones de los demás. El principal reto del movimiento consiste en hacer frente a ese intento de dominio del mundo por unos pocos. La mejor manera de protegernos es cerrar filas.
P. Irak pidió a los no alineados que una troika del movimiento, integrada por Malaisia, Suráfrica y Cuba, viajase a Bagdad para comprobar que colaboraba con la ONU. ¿Por qué no lo aceptaron?
R. Nos gustó la propuesta iraquí. Insistimos también a su delegación en que acate la resolución 1.441 de la ONU. Ahora bien, el viaje a Bagdad sería inútil porque, digamos lo que digamos, EE UU no nos va a escuchar. No hay nada que pueda parar la guerra excepto el asesinato de Sadam. Y es bastante difícil asesinarle.
P. En caso de ataque a Irak, ¿veremos un auge del integrismo en los países musulmanes de Asia?
R. En Malaisia no mucho, porque la política del Gobierno refleja los sentimientos de la mayoría de la población. Muchos líderes musulmanes me confiesan que les gustaría poder hablar con la misma franqueza que yo lo hago, pero, por diversas razones, no se atreven a hacerlo. Tras la invasión de Irak, una ola de rabia y amargura recorrerá el mundo islámico. Habrá entonces muchos más aspirantes a terroristas.
P. En la reunión, el miércoles, de la Conferencia Islámica, usted propuso una reflexión sobre la utilización del petróleo como arma de presión contra Occidente. Abogó, al mismo tiempo, para evitar la guerra, por hacer causa común con Francia y Alemania. Estos dos países resultarían, sin embargo, más perjudicados que EE UU por una subida del crudo. ¿No es contradictorio?
R. Los Estados europeos sacan, a través de los impuestos que cobran, más partido que nosotros, los países exportadores , de las subidas del precio del barril. Acaso un aumento del crudo les incite a consumir menos y reduzcan así la contaminación. Creo, ahora hablando más en profundidad, que debemos dejar de lado nuestros recelos con Europa y unir fuerzas con los pilares de un continente que está en contra de la guerra por principio, porque la ha experimentado en su territorio muchas más veces que EE UU.
P. ¿Hay que tomarse en serio la amenaza de una drástica reducción de las exportaciones de crudo esgrimida por los países islámicos?
R. Los países islámicos no son poderosos -EE UU sí lo es-, pero tienen mucho petróleo. A partir de ahí es legítimo meditar sobre cómo utilizar esta fuente de energía para obtener ventajas políticas, para lograr una relación más equilibrada, para influir a Occidente.
P. ¿Por qué quieren doblegar a la superpotencia?
R. Practican un permanente doble rasero que enfurece a los musulmanes. Empieza en Palestina, donde permiten que Israel se mofe de la ONU; llega hasta aquí, donde contribuyeron a socavar nuestras economías a finales de la década pasada, y pasa por Arabia Saudí, la tierra sagrada en la que mantienen bases militares, algo inaceptable para muchos musulmanes. Ahora sólo nos permiten tener un sistema democrático de Gobierno. Reconocemos que es de lejos el mejor. Pero, aplicar sanciones, como en Irak, provocar la hambruna e impedir la distribución de medicinas para imponer la aceptación de la democracia difícilmente puede ser considerado como democrático. Todo esto es, en buena medida, posible porque la prensa norteamericana practica la autocensura y no informa correctamente a su opinión pública. La europea, en cambio, es mucho más ecuánime.
P. Después de la crisis iraquí en la primera mitad del año, ¿tendremos, en la segunda mitad, la crisis de Corea del Norte?
R. Una potencia tan poderosa como EE UU debería ser algo más diplomática a la hora de abordar esta cuestión. Corea del Norte no quiere la guerra con Norteamérica porque sabe que no la va a ganar. Desea, simplemente, ser tratada con respeto por la superpotencia, como un interlocutor válido. Washington tiene que aceptar negociar directamente con Pyongyang.
P. A diferencia de sus vecinos, en Malaisia no hay enfrentamientos raciales entre sus tres comunidades desde 1969. ¿Cómo lo ha logrado?
R. Si me invitan a comer y ponen cerdo en la mesa, saben que no me sentaré con ellos. Yo tampoco, cuando les invite, haré nada que les pueda ofender. La convivencia se ha logrado mediante el conocimiento y el respeto mutuo. Nuestra coalición de Gobierno tiene el apoyo de todas las razas y religiones. Sólo en aquellas zonas en las que predomina una etnia de forma aplastante no gozamos de la mayoría.
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