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Reportaje:AMENAZA DE GUERRA | El debate en la ONU

Los iraquíes quieren libertad sin guerra

La mayoría de la población de Irak, cansada por años de guerras y miseria, achaca su situación a las sanciones internacionales

Ángeles Espinosa

"Si nos imponen la guerra, tendremos que luchar para defender la patria y los recursos; no podemos admitir que unos extranjeros nos invadan", dice Ahmed Abbas, profesor de Lengua en Bagdad. Sin reparar en la disparidad de fuerzas, muchos iraquíes hablan como él y muestran su disposición al sacrificio; otros se resignan al conflicto que viene, y algunos se atreven a aplaudirla en secreto. "¿Qué podemos hacer?", se pregunta Lahib al Samarrai. Esta secretaria no esconde su preocupación. Desea la libertad, pero no al precio de la guerra. "Llevamos dos décadas de sufrimiento", dice en referencia a las batallas en las que su país ha estado implicado desde 1980. Ahora sólo desea que todo pase rápido.

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No es el caso de Husein S., a quien le parece que merece la pena el riesgo. "Es una vergüenza; ¿cómo cree que puede vivir un profesional con 30 dólares al mes?". Husein, un titulado superior que trabaja como mando intermedio en una empresa estatal, pertenecía a la clase media que leía, iba al cine y viajaba al extranjero. Hoy, apenas sobrevive. "El problema no es la guerra que viene, ni la de 1991 ni la anterior; el problema empezó cuando esta gente llegó al poder en 1979", dice convencido, pero sin mencionar a Sadam Husein. "Entiendo las buenas intenciones que les llevan a manifestarse en su país y en todo el mundo, pero por favor, dejen de hacerlo". "¡Qué vengan y nos bombardeen! Tal vez yo muera, pero al menos mis hijos podrán vivir en libertad!".

Husein, padre de dos adolescentes, no es un activista de la oposición o la resistencia, pero no saldrá a la calle a entregar su sangre por Sadam, tal y como prometen miles de compatriotas. No será el único. ¿Cuántos? Difícil de saber en un país en el que no existen las encuestas y las posiciones políticas sólo se comparten con los más íntimos por temor a las delaciones.

En decenas de entrevistas realizadas en Bagdad, Basora y Mosul, la gente coincide en mostrar su cansancio por la situación en la que viven. No pueden más. La precariedad económica, la inseguridad física y las continuas amenazas de una nueva guerra que viven desde 1991 han causado estragos. Los consultados difieren, sin embargo, a la hora de buscar responsabilidades. La inmensa mayoría apunta a las sanciones internacionales como responsable de sus males. Incluso quienes, como Abdalá, no esconden su falta de simpatía por el régimen: "La libertad y la democracia no pueden imponerse por la fuerza", justifica este profesor universitario. "Al contrario", asegura, "la amenaza estadounidense nos ha unido a todos; nadie en su sano juicio quiere que nos bombardeen y que nos vengan a gobernar unos extranjeros".

La campaña de propaganda estadounidense empieza a hacer mella. Muchos están convencidos de que no será como en 1998, ni siquiera como en 1991. "Si la guerra se desarrolla en las ciudades, ¿cómo disntinguirán los aviones entre los soldados y nosotros?", se pregunta Abdalá.

Y es que a pesar del control estatal de los medios de comunicación, los iraquíes están bastante informados de los detalles que filtra el Pentágono sobre sus planes. En un país en el que ni siquiera las necrológicas se publican en los periódicos, gran parte de la población escucha las emisiones en árabe de Radio Montecarlo, la BBC e incluso Radio Irak Libre, que emite desde Praga. En muchos pueblos del sur, incluso ven las cadenas por satélite con parabólicas de contrabando que despliegan a escondidas por la noche.

Tampoco Salman saldrá a las calles a defender al régimen. Él no pertenece a esa élite de miembros del Partido Baaz o de alguna tribu aliada que desde hace seis meses han recibido armas para hacer frente al invasor. Su título de Dirección Empresarial hace mucho que es papel mojado y su exquisito inglés aprendido en el British Council lleva 12 años oxidándose dentro del coche destartalado con el que se gana la vida como taxista ilegal. "Es un compló", asegura, "quieren el petróleo. Que sustituyan a Sadam no cambiará nada. Todos somos marionetas".

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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