Erotismo a la española
La colección de cine español de EL PAÍS ofrece 'La miel', de Pedro Masó
Hay que situarse en aquellos años en los que, además del premio en Berlín a Las palabras de Max, de Martínez Lázaro, y Las truchas, de García Sánchez (1978), el cine español conocía el escándalo de El crimen de Cuenca (1979), aplaudía a los jóvenes Colomo o Garci, polemizaba con las propuestas de Eloy de la Iglesia, o veía nacer la saga iniciada con La escopeta nacional de Berlanga y su guionista Rafael Azcona. Sin embargo, paralelamente se producía un cine de signo opuesto: Los bingueros, de Mariano Ozores, iniciaba la serie interpretada por Fernando Esteso y Andrés Pajares, mientras que el cine erótico colmaba las expectativas de un público popular como, por ejemplo, Las eróticas vacaciones de Estela, Mi marido no funciona, El maravilloso mundo del sexo, Insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona, Trampa sexual, ¿Podrías con cinco chicas a la vez?, El fascista, la beata y su hija desvirgada o Polvos mágicos, es decir, un cine que quería reírse de la represión sexual sufrida durante el franquismo, aunque alimentándola con desnudos, chistes verdes y sugerencias escatológicas que hoy pueden sorprender.
"El contexto de 'La miel' es un trozo de la vida de nuestro tiempo visto con una sonrisa"
El productor y director Pedro Masó ya había incidido en el tema erótico cosechando buenos triunfos comerciales: Las ibéricas, F.C., Experiencia prematrimonial, Las adolescentes, La menor, o La Coquito. Para su nuevo proyecto, La miel, que anunció como el nacimiento de "un Masó diferente, con más gancho", solicitó la colaboración en el guión de Rafael Azcona, que "no sólo ha comprendido en el acto cuanto hemos hablado sobre La miel, sino que ha sabido darle la vuelta, redondearlo, revalorizarlo y hacerlo más verosímil. Rafael Azcona es para mí un grande del cine, hasta el punto de que mi próxima película la estoy escribiendo con él".
Pero aún más: Masó añadió la presencia de la ex musa británica Jane Birkin, famosa por haberse iniciado en el cine con Richard Lester en The knack (1965), y al año siguiente con Antonioni en Blow up, así como por haber interpretado con Brigitte Bardot una secuencia erótica que se pretendió escandalosa en Si don Juan fuese mujer, de Roger Vadim, y especialmente por su interpretación de la jadeante canción Je t'aime moi non plus, que incluso dio pie a una película en 1976, dirigida por Serge Gainsbourg, entonces marido de la Birkin. "Sólo piensan en mí como un animalillo erótico más o menos fotogénico", comentaba resignada la actriz.
La miel contaba una historia sencilla y eso es lo que más le importaba al director, según declaró a la revista Fotogramas: "Su contexto es un trozo de la vida de nuestro tiempo, visto con un poco de aire fresco, con una sonrisa. El problema agarra por su extraordinaria simplicidad". Ésta es la historia: don Agustín, profesor seglar aunque vestido como un cura (José Luis López Vázquez, afortunadamente omnipresente en la película), reprende a un chico en el colegio (Jorge Sanz) y decide llevarlo ante sus padres para que le metan en cintura. El niño vive solo con su madre (Jane Birkin), una prostituta distinguida, que propone a don Agustín que ayude al crío con clases particulares. "Y Don Agustín aceptó, porque se lo pedía aquel pedazo de señora que al hablar mostraba ingenuamente los senos, los muslos, y dejando adivinar que sólo llevaba el albornoz encima de la carne", según se explicaba en la guía publicitaria de la película. Con tales atractivos, cerca de un millón de espectadores vieron La miel, confirmando la perspicaz visión que el productor, guionista y director tenía de los apetitos del respetable.
No respondieron de la misma manera los críticos, poco entusiastas de su trabajo: "Cuanto he hecho hasta el momento ha sido positivo, a pesar de las críticas adversas", argumentaba Masó: "Respeto las críticas al máximo, de algunas he aprendido mucho, pero lo que yo no he aceptado es la sistemática de meterse con uno por meterse. Mis películas han gozado y gozan de una amplia consideración en la taquilla, e incluso tengo críticas de Nueva York, donde reconocen los méritos del señor Masó. No voy buscando con La miel el apoyo de la crítica, aunque no dejo de reconocer que me llenaría de satisfacción que los críticos empezaran a rectificar". Pero tampoco en esta ocasión tuvo suerte con ellos.
La miel es un buen ejemplo del cine de la época, siendo significativa la ilustración sociológica de sus segundos términos, la calle, los trajes, la forma de reírse, las críticas políticas. Aún había quienes sentían nostalgia del franquismo, como el breve personaje de Agustín González que protesta por el puñetero consenso, o el de la pedorra hermana del reprimido, frenética aficionada al bingo, una histriónica y divertida Amelia de la Torre: "Ahora todo es política en la televisión: con Franco era mejor porque él salía en Nochebuena, decía lo que tenía que decir... y hasta el año que viene". Cine, pues, de un momento preciso de nuestra historia, en el que la España gris se contemplaba con ojos amables.
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