Bilbao
Un paseo de esculturas
La ría del Nervión es el ombligo de Bilbao desde que la regeneración urbanística se puso en marcha en los años noventa, y allí se asoman complacientes las novedades. El paseo de Abandoibarra, la orilla recuperada donde se levanta el Museo Guggenheim y el Palacio de la Música Euskalduna, se prepara para ser el jardín de la memoria, jalonado por esculturas al aire libre. Ya están instaladas, a la espera de acabar la urbanización de la zona, Begirari IV, de Eduardo Chillida, y Maia, de William Tucker, y las piezas creadas por Ángel Garraza y José Zugasti, y en breve se trasladarán las obras de Ulrick Rückriem y Markus Lüpertz. Y en la misma orilla está la araña gigante de Louise Bourgoise, colocada junto al Guggenheim, y Terpsícore, la musa de la danza de Salvador Dalí, en el estanque de Euskalduna.
Arte en movimiento
El flamante tranvía, inaugurado en diciembre, apenas tiene pasajeros. El primer tramo en funcionamiento, 2,5 kilómetros, no ofrece grandes mejoras al transporte y da sustos a los peatones y conductores que todavía no se han acostumbrado a convivir con él, pero ha puesto su nota en el paisaje urbano. Cada unidad de los tranvías porta en el exterior un panel de grandes dimensiones en el que se reproducen sendas obras de siete artistas, que abarcan la pintura, la fotografía y el dibujo. Los viandantes que se cruzan con él pueden disfrutar de las creaciones de Juan Carlos Eguillor, Jesús Mari Lazkano, Miriam Ocariz, José Luis Zumeta, Andoni Euba, Eduardo Sourrouille y Fermín Moreno.
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