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Columna
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El 'Prestige' y otras fechorías

La criminalidad económica, sobre todo aquella que tiene como materia delictiva el medio ambiente, es una de las prácticas criminales más execrables, a la par que una de la más inpunes. El caso del Prestige es un ejemplo patente de esta impotencia frente al crimen. François Nicot, fiscal general de Brest (Francia), ha puesto en marcha una acción judicial contra los responsables de la marea negra causada por el naufragio del Prestige, y pronto se ha visto atrapado en la maraña de turbiedades que los Estados toleran, cuando no fomentan, en beneficio de las empresas malhechoras. La reciente publicación de Ludovic François, Pascal Chaigneau y Marc Chesney La criminalidad financiera: el blanqueo de dinero sucio y la financiación del terrorismo pasan por las empresas es un terrible alegato sobre la intolerable convivencia del mundo de la empresa con el mundo del crimen. Ya que detrás de la sociedad Mare Shipping Inc., propietaria del buque, no hay nadie, porque en el conocido paraíso fiscal que es Liberia, donde está registrado el buque, domina la opacidad más absoluta, pues allí se omiten los nombres de las personas físicas que funcionan como navieros, que en este caso, según el diario Le Monde, oculta a una conocida familia de armadores griegos. El obstinado fiscal francés ha dado con el fletador, la sociedad Crown Ressources, filial del grupo ruso Alfa, domiciliado en el cantón suizo de Zug, uno de los paraísos empresariales más impunes. En cualquier caso, por lo que pudiera suceder, dado que el hundimiento del Prestige, potenciado por las desafortunadas iniciativas de nuestros responsables políticos, no ha pasado inadvertido, Crown Ressources ha dejado de existir legalmente y sus acciones han ido a otras manos, que se han apresurado a cambiar de piel y de nombre. Eso sí, siempre cobijados en esa venturosa abra que es Zug, convertida, por obra del multimillonario Marc Rich -¿recuerdan al amigo de Clinton, al que éste libró de las consecuencias de la acusación de fraude e infracción al embargo del comercio con Irán que pesaban sobre él?- en uno de los primeros centros mundiales del comercio de petróleo.

La desregulación y la globalización financiera han supuesto un soporte notable para la expansión de la economía criminal y se ha llegado a un punto en el que la distinción entre actividad económica legal y criminal, entre dinero limpio y dinero sucio, es cada vez más difícil de ejercitar. Porque además al blanqueo ha venido a añadirse el negreo, es decir, la conversión de fondos blancos, legales, en posesión de organizaciones terroristas, en volúmenes importantes de dinero en metálico para cubrir las necesidades derivadas del funcionamiento de sus estructuras clandestinas y de sus acciones violentas. Para todo lo cual el arsenal de dispositivos técnicos creados por la actual ingeniería financiera, con los paraísos fiscales en su centro, representa una decisiva fuerza de intervención. A la que nadie quiere renunciar. Todos los grandes grupos económicos tienen holdings en los paraísos fiscales y recurren a las más complejas estructuras jurídico-empresariales para optimizar su fiscalidad. Esta convivencia en la ilegalidad, en el delito económico, hace que sea muy difícil combatirlo y explica que casi 18 meses después de uno de los más fabulosos delitos de iniciados, y además de condición terrorista -la transacción de acciones de American Airlines operadas en la Bolsa de Chicago el 10 de septiembre del 2001 fue 70 veces superior al de los días anteriores- no se haya podido establecer una sola pista válida. Lo que no es por falta de normas y de instrumentos en los que apoyarse, el Grupo de Acción Financiera (Gafi); la red EGMONT, que agrupa a 69 células nacionales análogas a TRACFIN; los instrumentos de la Unión Europea OLAF y EUROJUST; la Directiva del año 2001 sobre blanqueo de dinero etc., serían suficientes si hubiera voluntad política. Pero no la hay, por lo que la Unión no ha logrado imponer a Austria, Bélgica y Luxemburgo la menor medida tendente a suprimir las cuentas número y el secreto bancario. El escándalo del Prestige y la manifestación de mañana de Nunca Máis son la prueba y la denuncia de la dramática colusión entre poder económico, poder político y criminalidad organizada.

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