La guerra audiovisual de Bush
ROMÁN GUBERN
Asia ha sido tradicionalmente una reserva privilegiada de maldad para el imaginario popular occidental, con malvados geniales de la talla de Fumanchú o el Doctor No. Y el cine de Hollywood, controlado mayoritariamente por capitales de origen judío y coronado por correligionarios tan ilustres como Steven Spielberg (véase An empire of their own. How the jews invented Hollywood, de Neal Gabler), se había explayado ocasionalmente acerca del peligro árabe para Occidente.