Nunca Máis
Confundidos por el cúmulo de despropósitos, mentiras, meteduras de pata, irresponsabilidades, manipulaciones, obcecaciones y errores a los que nos tiene acostumbrados el Gobierno en los últimos tiempos, creería quizá el PP que, en tan negro maremágnum, una cosa fuera por la otra e iríamos olvidando. Una vez más, el prepotente se equivoca. Pues cada vez lo tenemos más claro. La inestabilidad política generada por unos gobernantes que ya no pueden sino conducirse a bandazos para mantener a duras penas un equilibrio oportunista entre la impopularidad de sus decisiones y la línea de su ideología, resulta ciertamente patética. Esperanza Aguirre en televisión a punto de dejarse plantar, tan pichi, la pegatina de NO A LA GUERRA por Joaquín Sabina, o Ana Palacio, tan pancha, declarando el orgullo sentido por el impulso ético ciudadano contrario a los bombardeos, son ejemplos antológicos de un humor negro que sonroja de risa o de un cinismo que enrojece de vergüenza. En cuanto al matrimonio Aznar, qué decir de él asegurando en el Congreso que los manifestantes del 15-E salieron masivamente a la calle a pedir el desarme de Sadam, sino que creo de corazón que necesita un psiquiatra; y qué decir de ella mostrándose "de acuerdo" con los manifestantes, sino que la pobre (mucho menos lista de lo que también querían hacernos creer) va a tener que buscarse un abogado como siga defendiendo posturas contrarias a las de su marido.
En fin, que entre tanta tontería (aderezada por lo mejor que nos ha pasado esta semana, que fue la guinda republicana del ínclito Jeb Bush: ¿no será que no es que el Gran Hermano desconozca que esto es una Monarquía Silenciosa, sino que el muy picarón hiciera graciosa referencia al enorme número de banderas tricolores avistadas en las calles en las últimas concentraciones ciudadanas?), cualquiera diría que nos hemos olvidado del Prestige. Pues no. No sólo no nos hemos olvidado, sino que el próximo domingo día 23, a las 12 de la mañana, saldrá de la glorieta de Atocha otra marcha que, si se cumplen todas las previsiones (y ya se están desbordando: 600 autobuses vienen llenos desde Galicia), será multitudinaria. Digo otra marcha en referencia a la del pasado día 15, pues, si aquélla plantó cara al Gobierno, ésta viene a pedir responsabilidades por el delito ecológico a quien las asumió desde el primer momento, el ministro Álvarez-Cascos; pero también digo otra marcha porque en Madrid ya se celebró una el pasado 19 de diciembre, que sufrió, por un lado, las restricciones en su recorrido impuestas por un delegado de Gobierno tan facha como le pillaron recientemente las cámaras de televisión y, por otro, la indiferencia de muchos medios de comunicación (entre ellos, este periódico), que apenas cubrieron entonces el apoyo de Madrid a la Plataforma Nunca Máis.
Para colmo de torpeza e ignominia, el Gobierno se cubrió de gloria compostelana orquestando en su día una campaña de desprestigio contra Nunca Máis, liderada por un nazi que ocupó un tiempo considerable en atacar a la plataforma a través del espacio público que le fue cedido en Televisión Española (según los del PP, la entrega de los Goya no es lugar para pedir paz, pero el telediario público sí lo es para que un nazi pida guerra). Deben de estar desarrollando tragaderas, porque ésta también se la tuvieron que tragar: la plataforma Nunca Máis viene de nuevo, masivamente acompañada, a denunciar la indecencia, la manipulación informativa, la falta de medidas preventivas contra la marea negra, la inoperancia gubernamental, la declaración de Galicia como zona catastrófica, la dotación de recursos, la inmediata puesta en marcha de planes que impidan el aumento de la catástrofe, el control del tráfico marítimo de mercancías peligrosas y de las infraestructuras portuarias que las almacenan, la prohibición de circulación de barcos en situación de riesgo, la investigación y depuración de responsabilidades, la dimisión de Manuel Fraga, Mariano Rajoy, Álvarez-Cascos, Jaume Matas y Loyola de Palacio, la puesta en marcha de mecanismos jurídicos estatales e internacionales que respondan penal y civilmente de los delitos ecológicos y a través de los que se pueda denunciar y acabar con la impunidad de las mafias del petróleo y del transporte.
Madrid será Galicia y dirá Nunca Máis.
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