Una joven promesa

Lejos de ser un principiante cuando le encargaron adaptar y dirigir la novela de Juan Bonilla Nadie conoce a nadie, Mateo Gil (Las Palmas, 1972, hijo de una familia de campesinos), tenía ya una fructífera trayectoria en el cine como coguionista de Alejandro Amenábar, tanto en sus cortos como en Tesis y Abre los ojos ("Dirigir es cosa de locos, en el guión es donde se ve el talento"), y como ayudante de dirección ("Ser asistente de rodaje es un trabajo difícil. Tienes que renunciar a todo tipo de ego, y estar al servicio de un director que te puede decir sí o no, y tú te callas"), asimismo ayudante de José Luis Cuerda en La lengua de las mariposas ("Con Cuerda, Amenábar y yo aprendimos que lo importante son las personas, no las películas"), y autor por cuenta propia de varios cortometrajes, entre los que destaca Allanamiento de morada (1998), con el que ha obtenido catorce premios en festivales. Protagonizado por Eduardo Noriega, Petra Martínez y Pepón Nieto cuenta como dos "empleados" de HARTE intentan timar a la pobre señora que interpreta Petra Martínez. La música la compuso Alejandro Amenábar en sólo tres días.

Estudiante de imagen en la madrileña Facultad de Ciencias de la Información, descubrió pronto, junto a su colega Alejandro Amenábar, que el mejor aprendizaje era la acción y no tanto la teoría cinematográfica. Entusiasmado en sus inicios por el cine de autor (especialmente el soviético Alexander Dovjenko, según ha comentado Amenábar), lo que paradójicamente lo ha dado a conocer ha sido esta película de encargo, surgida por la propuesta del productor sevillano Antonio P. Pérez y del madrileño Fernando Bovaira. Obtuvieron tal éxito que Nadie conoce a nadie alcanzó el millón y medio de espectadores, y probablemente estimuló secuelas como El arte de morir, de Álvarez Armero, y No debes estar aquí, de Jacobo Rispa, entre otras.