La realidad del Otro
Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, afirmaba en un esclarecedor ensayo, titulado Somos inevitablemente morales, que antes de iniciar cualquier labor es imprescindible conocer la realidad que la rodea.
Parece simple, pero no lo es, sobre todo a la luz de lo que voy a comentar. Hace pocos días Francisco Camps, el heredero a dedo del antiguo presidente de la Generalitat (dime quién te promociona y te diré quién eres) afirmó que su partido -el PP- "ha apostado por la cultura en todos sus ámbitos y al máximo nivel, es decir, no sólo por la cultura, sino también por las infraestructuras al servicio del arte, de la arquitectura y de la vanguardia, con el fin de recuperar nuestro pasado y lanzarnos hacia el futuro". Grandes palabras electoralistas, sí señor, que vale la pena analizar.
Todo depende, claro está, de qué se entiende por cultura. El concepto semiótico de cultura la define como el conjunto de las informaciones transmitidas a través del tiempo por una sociedad. Aquí, el Consell no llega a mínimos, pues si consideramos que el patrimonio más importante de cualquier sociedad es su lengua, veremos que el PP se ha pasado tres cuartas partes de sus dos mandatos apoyando por motivos chaqueteros el secesionismo lingüístico más vomitivo. Tururú.
Pasemos ahora a otro ámbito cultural, el de la televisión pública. Todos los gobiernos ponen a su servicio este importante medio de comunicación -ya estamos acostumbrados-, pero lo sucedido bajo el mando de la pepería es realmente el colmo: no sólo impiden que TVV diga alguna vez la verdad, aunque sea por equivocación, sino que en pocos años han convertido los programas del ente en un montón de mierda oligofrénica, y encima con un déficit faraónico. Y, ahora, una vez que ya no pueden exprimir más la naranja, amenazan con quitarse el muerto de encima mediante su privatización. Suspenso también.
En cuanto a las infraestructuras "al máximo nivel" -lapsus linguae muy revelador-, es cierto: en los últimos tiempos el turbio motor que mueve el cemento no paró de ronronear bajo la flauta del gran charlatán. Tirirriririiiiiiii, tirirriririiiiiiii... Bueeeeeenas noches, mi querido público, seeeñoras, caaaballeros, niños, niñas, valencianos todos, si me dais el voto asistiréis al mayor espectáculo del mundo: parques temáticos, océanos de ficción, ciudades de las artes, de las ciencias, del cine o de lo que sea, ¿qué más da?, yooooo os haré felices, muy felices, tirirriririiiiiiii, tirirriririiiiiiii... Y, como ratas de Hamelín, lo siguieron hipnotizados hasta las aguas pantanosas de una deuda insalvable, donde los hundió hasta el culo para siempre. Cero zaplanero.
Y mientras tanto, la cultura de la escuelita pública, que siembra la semilla y nos hace humanos, languidece olvidada en el ínfimo nivel, sin ayuda ni presupuestos.
Tiene razón Adela Cortina, es necesario conocer la realidad. Si estos oligarcas tan adictos a las alturas hubiesen descendido alguna vez a la realidad del Otro -el que no es como ellos, ni se pasea en coche oficial, ni cena con banqueros, ni hace pactos inconfesables con empresarios del ladrillo ni conspira para domesticar periodistas, sino que se gana el salario día a día-, otro gallo nos cantara.
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