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Columna
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Basura

Estamos lejos de ser un ejemplo. Los valencianos generamos más de 500 kilogramos de residuos domésticos por habitante al año, ocupamos los primeros lugares en producción de detritus urbanos y somos líderes en vertidos incontrolados. Aunque no suele formar parte de las estadísticas oficiales, somos en España los mayores exportadores de basura a otras comunidades autónomas. La larga guerra contra el paso de camiones hacia el vertedero de Dos Aguas por Buñol y Macastre ha desembocado estos días en una crisis que no es más que un episodio tan agudo como previsible del conflicto crónico que afecta al sistema de gestión de residuos de la zona de mayor densidad urbana; un conflicto que se agravó con la arbitraria disolución del Consell Metropolità de L'Horta y que la nueva Entidad Metropolitana para el Tratamiento de Residuos es manifiestamente incapaz de resolver. Ya no sólo es que no se haya ejecutado, ni con plan integral, ni con planes zonales, ninguno de los vertederos que deberían acometerse. Es que la actitud de la Administración ante el prolongado malestar de los vecinos de Macastre, hartos de ver y oler pasar miles de toneladas de basura por sus calles, ha consistido los últimos años en no hacer nada, hasta que las cosas se han puesto tan mal que ahora se anuncian proyectos urgentes en la carretera para modificar el recorrido de los camiones como si alguien se hubiese despertado súbitamente de una mala siesta. La falta total de sintonía de Valencia, y de su inefable alcaldesa, con el conjunto del área metropolitana encuentra en la basura, pendiente del precario mecanismo que forman una planta obsoleta de compostaje y recuperación en Quart de Poblet-Aldaia y un vertedero casi inaccesible en Dos Aguas, su ejemplo más extremo. En pocos aspectos resulta tan estridente la frivolidad de una gestión hipócrita como en el engorroso asunto de los desperdicios. Ahorrar, aprovechar, conservar, reciclar y reutilizar son cinco mandamientos ecológicos de la basura cuyo cumplimiento exige algo más que banales profesiones de fe publicitarias por parte de unos políticos para quienes la planificación, la eficiencia y la sostenibilidad sólo son una monserga.

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