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Columna
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Tensiones

A alguien le están buscando las cosquillas. La semana pasada hemos asistido a unas declaraciones de Rafael Ferrando, presidente de la CEV-Cierval, sobre los efectos nocivos que tiene para las empresas la reconsideración gubernamental en la esencia del conocido decretazo. Esta vuelta atrás costó a la economía española una huelga general (20-J) que ha resultado ser innecesaria y la reconducción del PER junto con otros subsidios agrarios.

Después Ferrando hizo unas declaraciones sobre la política turística que predomina en la Comunidad Valenciana y que se resume en la afluencia masiva de visitantes. El dirigente empresarial se concentró en propugnar un turismo de calidad a base de acciones promocionales en las que prime la calidad sobre la cantidad.

Estos dos planteamientos empresariales, aunque con ramificaciones políticas, le han valido reacciones desmedidas, aliñadas con un rebote más que mediano de los responsables turísticos de Benidorm-Alicante. Consideran que todo tipo de oferta sectorial es venerable y más la suya, que tanta felicidad ha aportado a los turistas, a la tercera edad y a quienes se encargan de albergar los visitantes.

En las palabras de Rafael Ferrando y de acuerdo con las verificaciones de la moviola, nunca se dijo nada de Benidorm y su área de influencia, que bien está como está, si oferta y demanda encuentran un maridaje beneficioso, que como todo el mundo sabe, es el estado perfecto de la economía de mercado.

Quienes han seguido las trifulcas empresariales del momento, no entienden nada, porque evidentemente el decretazo fue una acción de gobierno frustrada y la promoción del turismo de calidad y de interior es cada día más necesaria, si se quiere intentar el reequilibrio territorial de las zonas arrumbadas de la Comunidad Valenciana.

Todos los indicios señalan que estamos en un repunte de las disensiones empresariales y que los sillones comienzan a bailar. Falta el modelo que ha estado funcionando con mayor o menor acierto a lo largo de las dos últimas décadas, bajo el control del desaparecido Luis Espinosa.

Para la Asociación Valenciana de Empresarios ya se han anunciado cambios, que acabarán influyendo en la elección en junio del presidente en Cierval, en cuyo envite ya están los empresarios alicantinos velando sus armas para que Valencia -puñetera Valencia, como dicen algunos de ellos- no se les cuele. Castellón, al pairo en estos casos, se limita a recordar que el turno es el sistema que determina las presidencias rotatorias. Esta fórmula de dudosa funcionalidad fue el tributo que se aceptó para lograr una organización empresarial autonómica, donde todavía sigue campando cada cual por sus respetos. Pero los estatutos y los pactos entre caballeros, donde los haya, se deben respetar. Los políticos deberían mantenerse alejados de un escenario tan frágil y tan necesitado de cohesión interna. Los empresarios valencianos, si quieren tener peso específico, han de proyectar una imagen que, lejos de protagonismos desmedidos, transmitan en los niveles públicos solidez, independencia, sentido civil, madurez y capacidad de negociación. La tentación es muy fuerte hacia los cabildeos y la ausencia de líderes dificultan la misión.

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