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Columna
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'Mac guffin'

Enrique Gil Calvo

Pasado mañana, una vez que Washington haya presentado las supuestas pruebas inculpatorias contra Irak, el presidente Aznar se dignará comparecer ante el Congreso para anunciar su decisión unilateral de sumar nuestro país a la agresión bélica que el presidente Bush, con cobertura seudojurídica de la OTAN y la ONU o sin ella, se propone perpetrar contra el pueblo iraquí.

No hay derecho, pues se trata de una pura injusticia arbitraria. La acusación que pesa contra Irak es constituir una grave amenaza contra la paz, lo que se espera demostrar con pruebas sin garantías. Lo cual es una falacia, pues la paz mundial está mucho más amenazada por la nueva estrategia estadounidense que se funda en las guerras de agresión preventiva, absolutamente ilegítimas según el dictamen universalmente aceptado de Michael Walzer, en su libro Guerras justas e injustas (Paidós, 2001, páginas 119 a 130).

Hace 12 años, cuando el padre de Bush organizó la primera guerra contra Irak, con apoyo formal del Gobierno de González, la opinión pública española -y europea- se dividió ante la cuestión. Entonces participé en el debate defendiendo la plena legitimidad de aquel ataque, pues contaba con la caución de la ONU, respetaba el derecho internacional y constituía una respuesta proporcional y necesaria para reparar la previa agresión injustificable del Ejército iraquí contra Kuwait. Pero el actual ataque que Bush prepara con ayuda de amigos como Aznar es absolutamente injustificable, pues no es respuesta a ninguna provocación previa. Sólo se trata de una pura y simple agresión arbitraria. Pero cuenta con falaces precedentes.

Hace cuatro años, para tapar el escándalo Lewinsky, que le llevó a ser recusado por la Cámara de Representantes, el presidente Clinton organizó otra guerra multinacional de agresión: esta vez en Kosovo, contra Serbia y con bombardeos masivos. También entonces la opinión española y europea se dividió, pero esa vez me declaré contra la guerra, y no porque la apoyase Aznar -también la apoyaba el socialista Solana, a la sazón secretario general de la OTAN-, sino porque no contaba con autorización de la ONU, pues el Consejo de Seguridad no la aprobó, tras el veto de Rusia. Así que la guerra injusta de Clinton se hizo bajo el paraguas de la OTAN, violando el derecho internacional y sentando un gravísimo precedente de inseguridad jurídica. Después, para Bush hijo, todo ha sido coser y cantar, declarando guerras unilaterales de castigo -primero Afganistán, ahora Irak- y bombardeando masivamente a la población civil.

¿Qué va a pasar? Por supuesto, las pruebas en que se van a basar Bush y Blair, Aznar y Berlusconi, para declarar su injusta guerra de agresión no son más que una coartada amañada. O mejor dicho: un mac guffin -por este nombre se conoce el señuelo narrativo con que Hitchcock iniciaba sus películas para atraer y distraer la atención, pues luego la trama discurría por otros derroteros-. Como se trata de una guerra espectáculo (Michael Mann), hace falta un guión narrativo, y la prevención del mal es una excusa que podría funcionar. Pues todo parece indicar que los escrúpulos de Francia también son un mac guffin, pues no creo que vete la guerra, que así se llevará a cabo con la posible abstención del eje París-Berlín.

¿Por qué precisan ocultarse tras un mac guffin? Pues porque no pueden confesar la verdad, que no es tanto el petróleo -esto forma parte de la verdad, pero no es toda la verdad- como la voluntad de poder. Se trata de hacer una exhibición unilateral de fuerza sin provocación previa, para demostrar que poseen el monopolio de la iniciativa política que los demás se ven obligados a consentir sin posible resistencia. Es el soberanismo arbitrario a lo Karl Schmitt, que Bush ejerce a escala global y Aznar a escala tanto nacional -para forzar al PSOE a consentir- como quizá regional, pugnando por hacerse con el proconsulado de la futura presidencia europea.

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