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Crítica:ESTRENOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Asombrosa resurrección

Miguel Hermoso, apoyado en un guión -idea argumental muy atrevida, pero desarrollada sin ningún atrevimiento- de Fernando Marías, propone en La luz prodigiosa una hipótesis de ficción histórica. Una noche de agosto de 1936, un muchacho de los alrededores de Granada oye las salvas de fusilamientos que rompen el silencio del barranco de Víznar. Antes de que los fusilados vayan a la gran fosa común, el muchacho oye el lamento de uno. Rescata al herido y lo salva de una muerte segura. Décadas después, aquel muchacho, que emigró de allí, vuelve a Granada, indaga el destino del hombre que salvó y encuentra a un viejo indigente descerebrado que poco a poco configura sorprendentemente los rasgos de la identidad de Federico García Lorca.

LA LUZ PRODIGIOSA

Dirección: Miguel Hermoso. Guión: Fernando Marías. Intérpretes: Alfredo Landa, Nino Manfredi, Kiti Manver, José Luis Gómez. Fotografía: Carlos Suárez. Música: Ennio Morricone. Género: drama. España, 2002. Duración: 105 minutos.

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"Al hacer películas muchas veces olvidamos a los espectadores"

El filme se abre así con un buen gancho y el dúo entre salvador (Alfredo Landa) y poeta salvado (Nino Manfredi) es doloroso, tierno y abre con gracia un idilio interpretativo de primer rango, que está a la altura de la dificultad del cometido que ambos eminentes actores tienen entre manos. Han de hacer creíble un tremendo suceso y, apoyados por la elegancia y la transparencia que Hermoso da a una pantalla inundada por la luz de Granada, rozan el prodigio.

Pero el equilibrio del idilio entre los dos hombres lo rompe el personaje intruso de Kiti Manver, que aporta un contrapunto de realismo -insuficiente, pues la única verdadera gota de realismo eficaz en este caso sería reflejar la conmoción mundial que se dispararía alrededor de la resurrección del más célebre poeta del siglo XX- a la irrealidad del milagro histórico relatado. El efecto es contraproducente, pues acentúa esa irrealidad del suceso, ya que ese personaje -una depredadora que quiere hacer negocio con el asunto- no añade nada a la anécdota medular ni hace avanzar (al contrario, frena) el tú a tú de Landa y Manfredi. Y el filme cojea por ese tercer pie.

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