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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tablas en Bagdad

El informe de los inspectores de la ONU ha dejado la pelota en el alero. El sueco Hans Blix, que dirige la operación, ha dicho que no han encontrado pruebas de que Irak posea armas de destrucción masiva, pero que el régimen de Sadam Husein no ha demostrado que hubiera puesto fin a sus programas de fabricación de armamento químico y bacteriológico. Blix y el egipcio Mohamed el Baradei, que trata de verificar si Irak tiene armas nucleares, han pedido más tiempo para llevar a cabo su labor, negándose tanto a condenar como a absolver a Bagdad.

John Negroponte, representante de Washington ante la ONU, ha visto la botella medio vacía. Nada demuestra, ha dicho, que Sadam Husein tenga intención de desarmarse. El embajador ve una señal inequívoca de la malicia iraquí en la falta de información sobre pasados programas de armas, así como un incumplimiento de la resolución 1.441 del Consejo de Seguridad, que exige explicaciones sobre todos los programas pasados, abandonados o no. Fuentes de la UE subrayan, en cambio, que los inspectores necesitan más tiempo y Francia rechaza los límites temporales a la auditoría de los arsenales iraquíes.

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La pelota se halla en el campo del Consejo de Seguridad, que volverá a reunirse mañana, y cuyos debates han de centrarse en esa materia prima vital, el tiempo: ¿cuánto cabe esperar?; ¿en qué punto cabrá decir que no hay cuerpo del delito o, por el contrario, que Irak está engañando criminalmente al mundo?

La posición de Washington no permite llamarse a equívoco. Con todo lo actuado, Estados Unidos se considera ya habilitado para atacar, incluso aduciendo que la 1.441 ampara una respuesta bélica. La Unión Europea se ha puesto al menos de acuerdo en pedir más tiempo para los inspectores. De momento esta posición ha impedido la ruptura entre quienes se pronuncian contra la guerra (Francia y Alemania) y quienes se apuntan a la línea trazada por Washington (Reino Unido, España e Italia).

La lógica más elemental exige que el Consejo de Seguridad disponga de pruebas fehacientes antes de pronunciarse. Si Washington las tiene, como tantas veces ha dicho, debe mostrarlas. Para eso sobra tiempo. Por indecente que sea el régimen de Sadam, la comunidad internacional no puede legitimar una guerra con la información actualmente disponible.

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