El mundo al revés
No es extraño que relevantes organizaciones comprometidas con los derechos básicos hayan puesto el grito en el cielo tras la designación de Libia para la presidencia de la próxima sesión anual de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. La rutina del toma y daca entre Gobiernos, unida a una peculiar y lamentable interpretación de los intereses nacionales, culminó el despropósito en Ginebra con 33 votos a favor, 3 en contra y 17 abstenciones. Entre ellas, las incomprensibles de los miembros de la Unión Europea, algunos de los cuales susurran ahora un mea culpa.
Rompiendo una costumbre inveterada, Washington pidió por primera vez una votación secreta con la esperanza de evitar lo inevitable. Una ley no escrita asigna rotatoriamente la presidencia de esta comisión de Naciones Unidas a los diferentes bloques regionales. Y esta vez le tocaba a África, cuyos Gobiernos ya habían decidido en julio premiar a Gaddafi por su proyecto surrealista para hacer del continente un solo Estado. Proyecto que ha sido arrojado al desván esta semana por los ministros de Exteriores africanos en Johanesburgo.
Entre las señas de identidad del régimen libio no figura su celo en la defensa de los derechos humanos. El coronel Gaddafi, campeón de tantas causas, no lo es en ningún caso de la democrática, que, pese a su reciente cambio de imagen, viene despreciando a lo largo de décadas. Hace sólo dos años que un tribunal escocés condenó a cadena perpetua a un agente del Gobierno libio por dinamitar el avión de Pan Am que cayó sobre Lockerbie en 1988, en el que murieron 270 personas. Y la propia ONU acusaba todavía a mediados de los noventa a Gaddafi de torturar y ejecutar a opositores.
Los Estados africanos son muy dueños de apoyar una candidatura. Pero hacer a Libia estandarte y garantía de los derechos humanos, considerarlo un triunfo continental y otorgar al hecho una dimensión liberadora del yugo de los poderosos es, como poco, un grosero error de apreciación. África habría encontrado sin dificultad un representante de perfil más adecuado al puesto. En cuanto a la ONU, si quiere mantener su credibilidad, debe buscar con urgencia procedimientos que impidan escarnios semejantes a su carta fundacional.
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