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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vieja música explosiva

El británico Michael Winterbottom es imprevisible y se las arregla para arrancar desde cero y explorar un territorio formal inexplorado en cada nueva película que emprende. Ahora, en la trepidante y sorprendente 24 hour party people, este cineasta, que en sus dramas y comedias hace siempre rozar la ficción con el documento, indaga en trastiendas e interiores verídicos de las músicas populares del Manchester de los años setenta y ochenta. Y, dentro de ellas, reconstruye -con equivalencias visuales vivísimas, a ratos temerarias y enloquecidas, pero siempre libres, imaginativas y arriesgadas- el vuelo de los sonidos de un tiempo y de una forma de vida (y de muerte) no lejana, casi de ayer mismo.

24 HOUR PARTY PEOPLE

Dirección: Michael Winterbottom. Intérpretes: Steve Coogan, Shirley Henderson, Paddy Considine, Sean Harris, Danny Cunningham, Andy Serkis, Chris Coghill, Lennie James. Género: Comedia dramática, Reino Unido, 2002. Duración: 115 minutos.

Pero un ayer convertido bruscamente en piedra, en monumento, en materia de historia, por la brutal aceleración de las distancias temporales ocurrida en las décadas finales del siglo XX, una aceleración que convirtió a los envolventes sonidos de la explosión del rock de Manchester en un instante arrancado de la memoria viva y en una captura del sentido (o de la falta de él) de un tiempo en el que se agolparon -y sus huellas sonoras ahí siguen, intactas, dentro de atmósferas cargadas de ruido, furia, humo, irreverencia, droga y sexo- los penúltimos, y hay quien dice que los últimos, brotes del genio y el ingenio del rock británico.

Vertebra esta agilísima ficción documental la figura de Tony Wilson -interpretado con estupenda flema, gracia e ironía por Steve Coogan- , un comentarista de la televisión local que, a través de su pequeña empresa promotora y discográfica Factory Records, se convirtió, entre 1976 y 1982, en figura medular de aquel desquiciado y vibrante capítulo de la música popular finisecular. Arranca el filme de una intensa y formidable evocación del primer concierto de los Sex Pistols, que tuvo lugar el 4 de junio de 1976 en una pequeña sala de Manchester y al que asistieron, sin saber qué les esperaba, tan sólo 42 personas -entre ellas Wilson y su chica, recreada maravillosamente por Shirley Henderson-, que quedaron atrapadas, como moscas por la tela de una araña hipnótica, por los sonidos que estaban naciendo frente a ellos.

Y, tras este golpe de fuerza, el filme no sólo no se arruga y baja la guardia, sino que sigue elevándose con gallardía en su busca de huellas de las sombras de New Order y Joy Division y más luminosas gentes, que estaban allí, recogiendo los frutos de lo que este concierto fundacional sembró.

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