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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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Los cuatro peatones del Apocalipsis

Apocalipsis en el cine español. ¡Qué semanita! Mientras Pedro Almodóvar lograba en la meca de Hollywood un brillante triunfo, que es como un corte de mangas a la Academia española que no le ha votado para el Oscar, la misma Academia publicaba un informe, ya famoso, sobre la crisis actual: el cine español podría desaparecer si no cambian las condiciones del mercado.

Aunque, lamentable, es más que posible: persiste la dificultad para competir con la prepotencia (y, en ocasiones, hasta con la calidad) del cine norteamericano, siguen sin cumplirse acuerdos establecidos con las televisiones y, además, quienes oficialmente deben controlar la picaresca (nacional y extranjera) no saben o no pueden hacerlo... Son problemas viejos. Baste con leer noticias del siglo pasado. Por ejemplo, que hace 25 años (en diciembre del 78), se celebró en Madrid el llamado Primer Congreso Democrático del Cine Español, donde los sectores profesionales del cine lograron reunirse como una piña (o relativamente, como es habitual en cualquier gremio), para defender con ahínco su labor cultural, industrial y laboral contra el Gobierno de entonces, que presidía Adolfo Suárez. Recordemos que en aquel tiempo aún existía censura, el No-Do seguía siendo obligatorio, y el cine pagaba impuestos "morales" tales como el de la protección a menores... Fue posible, pues, consensuar una protesta política, y no menos la que demandaba créditos baratos, la que exigía a la televisión que cumpliera sus acuerdos de compra, y especialmente se urgía una regulación firme y definitiva contra la competencia del cine de Estados Unidos...

Los problemas del cine español parecen venir de bien antiguo. ¿Son siempre los mismos?

En aquel congreso, los más veteranos en esa guerra evocaban que 23 años atrás, es decir, en 1955, se habían convocado en Salamanca unas conversaciones (luego míticas) que versaron sobre la crisis del cine español de entonces, y en las que se plantearon conclusiones y exigencias. Dando marcha atrás en la moviola, en 1934, durante la II República, una campaña en defensa del cine nacional pregonaba: "¡Españoles! ¡España está en manos del cine extranjero!", sobre la imagen de una mano férrea que estrujaba con inquina la piel de toro.

Los problemas crónicos del cine español parecen venir, pues, de bien antiguo. ¿Son siempre los mismos? Si realmente lo son, cada momento tiene música propia. En cualquier caso, estos congresos y proclamas colectivas han solido obtener mejorías inmediatas, ayudas de supervivencia, paños calientes, pan para hoy... hambre para mañana. ¿Podría usted explicarse de otro modo la reiteración guadianesca de los discursos? Sin embargo, en las épocas de paz, en los momentos de tregua, cuando tan contagioso es el optimismo de los productores, no suele analizarse esta retahíla de temas perennes ni mucho menos metérsele mano seriamente. Y no sobraría, además, que las reivindicaciones añadieran algo de autocrítica. ¿Es realmente cierto, como declaraban Marisa Paredes y Joaquín Oristrell en la radio de Iñaki Gabilondo, que el público adora las películas españolas pero que éstas no pueden encontrar un buen hueco en las carteleras? ¿El problema es únicamente de condiciones de mercado, de abuso de las grandes compañías extranjeras? Sonaba a simplificación.

Y todo este lío al borde ya de la gala de los Goya, la mayor autoafirmación del cine español y su mejor lanzamiento publicitario. ¿Quedará aguado el festejo por el tan pregonado fantasma de la crisis? ¿Era éste el mejor momento para que la Academia hiciera estallar el conflicto? Puede que sí, sus doctores sabrán. Sin embargo, puede que las cuatro películas candidatas a la mejor del año hayan perdido parte de su esplendor. Sus directores no serán ya cuatro alegres mosqueteros sino descabalgados emisarios del Apocalipsis.

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