Asombro de un joven visionario
EL PAÍS ofrece mañana el DVD 'Abre los ojos', de Alejandro Amenábar
Alejandro Amenábar había ya obtenido un éxito enorme con su primer largometraje, Tesis (1995), que permaneció largo tiempo en cartelera, cosechó triunfos en festivales internacionales (Berlín, Montreal, Londres...) y fue reconocido con siete Goyas (incluido el de mejor película) por la Academia de Cine española, que celebró así el descubrimiento de este nuevo y jovencísimo director. De hecho, Amenábar tenía sólo 23 años cuando el productor José Luis Cuerda, convertido en inesperado cazatalentos, tras conocer los cortos que el muchacho había dirigido, le propuso la realización de la película ya citada, seguida hasta el momento por Abre los ojos (1997) y Los otros (2001), que han aumentado el éxito de la primera hasta cotas desconocidas en el cine español.
"Somos una generación indefinida, pero yo me alegro de vivir esta época"
Abre los ojos era aún más arriesgada que Tesis. ¿Se podía plantear a un público acostumbrado al consumo de cine de entretenimiento una película que reflexionara sobre las fantasías que sobrevienen a las personas que tratan de huir de una realidad que les hace sufrir? ¿Llegaría a entenderse una película en la que se confundiera la realidad con lo soñado, el pasado con el presente, lo objetivo con lo virtual? ¿Serían combinables géneros tan dispares como la comedia, el drama romántico y la ciencia ficción? ¿Sería posible una película narrada desde un punto de vista subjetivo?
El triunfo de Abre los ojos respondió con creces a todas los interrogantes: su éxito de masas no le impidió ser una película de las llamadas de culto, sus diez nominaciones a los Goya, su presencia en 25 festivales (Berlín, Sundance, Tokio, entre ellos...) y, por si fuera poco, el hecho insólito de que el actor Tom Cruise se empeñara en realizar una versión norteamericana que él mismo acabó interpretando a las órdenes de Cameron Crowe. Y aunque el resultado, Vanilla Sky, careció de la sutileza poética de la versión original de Amenábar, el hecho queda para la historia. "Alejandro es brillante y sorprendente, nos da sopas con onda a muchos directores", confesó modestamente José Luis Cuerda a su biógrafo, Alberto Úbeda-Portugués.
En definitiva, Alejandro Amenábar puede ser el más significativo representante de la novísima generación que ha irrumpido en el cine español alterando normas y contenidos. "Creo acertado que se nos clasifique como generación X", dice él mismo: "Somos una generación indefinida, no hemos vivido una guerra civil ni nada parecido, estamos al margen de la política, no tenemos valores claros, hay bastante libertad y esa misma libertad es la que nos produce tanta incertidumbre. De ahí que haya tanta gente incomunicada y permanentemente enganchada a la televisión y a su mundo personal. Pero yo me alegro de que me haya tocado vivir esta época".
¿Espejo de una generación? Abre los ojos obtuvo su mayor apoyo entre espectadores jóvenes que no dudaron en descifrar su atractivo puzzle como una película filosófica. La chilena Marisol Núñez aseguraba que "da para pensar y preguntarse ciertas interrogantes de nuestras vidas", mientras el crítico Ángel Fernández-Santos la definía como "un salto mortal sin red protectora, un filme que se la juega en cada rincón de cada secuencia, y a veces casi en cada plano", concluyendo: "Abre los ojos es un buceo dentro del horror al vértigo y al despeñamiento".
Hubo interpretaciones para todos, algo que Amenábar ya tenía previsto, según contó al entrevistador Oti Rodríguez Marchante: "Cuando Mateo Gil y yo escribíamos el guión, nos preguntábamos si ésta era una historia que entenderían nuestros padres. Supusimos que no, pero decidimos asumirlo, y yo intenté que si a nivel de inteligibilidad la historia no era del todo comprendida, que sí conectara a nivel emocional. La vida del protagonista se convierte en un infierno de confusión, y el espectador, para bien o para mal, está condenado a seguirle a su mismo nivel". Ese protagonista (Eduardo Noriega), guapo, rico, ligón, superficial y egoísta, sufre un accidente automovilístico que le deformará el rostro. A partir de esta desgracia, un cúmulo de circunstancias extrañas, incluso un asesinato del que parece culpable, le irán introduciendo en una trama de sueños y realidades insoportables, que sólo al final de la película tendrán explicación.
Penélope Cruz, Fele Martínez, Najwa Nimri y el citado Eduardo Noriega compusieron con acierto los personajes principales de esta tan enrevesada como inquietante trama. Cuatro intérpretes jóvenes que reforzaron la imagen de película rompedora, aun cuando algunos de ellos ya eran conocidos por el público. Desde entonces han seguido trayectorias profesionales diversas, conservando para los espectadores de su edad el denominador común de ser iconos de un nuevo estilo de hacer cine o, quizás, hasta de una nueva manera de entenderse con la vida.
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