"El arquitecto esbirro es como el cineasta funcionario"

José Luis Guerín (Barcelona, 1960) recibió el pasado miércoles el Premio Titanio que entrega la delegación vizcaína del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro (COAVN), como reconocimiento a su película En construcción, un documental que narra la demolición del Barrio Chino de Barcelona para construir un nuevo complejo urbano y que le ha servido para profundizar en sus reflexiones sobre la arquitectura y el cine.

Guerín destaca que En construcción se nutre de lo que la cotidianeidad oculta. "Trato de visibilizar las grandes cosas y las miserias que se encuentran en la obra y sus alrededores. Yo creo que los buenos arquitectos también incorporan a su proyecto esa mirada a la persona que va a vivir esa construcción. Los esbirros de promotores y especuladores, esos arquitectos de los que sólo interesa la firma, tendrían el equivalente en el cine en lo que llamo el cineasta funcionario", comenta el director de Innisfree.

Hay más puntos en común. El arquitecto y el cineasta son los únicos creadores que necesitan de una industria para realizar su obra, lo que les aparta del poeta, el pintor o el coreógrafo. "Entonces, hay actitudes morales de los dos frente a las tensiones con el capital. Cada vez que asistimos a la victoria de una buena idea sobre los intereses del capital, se debería considerar como una celebración", señala Guerín.

Al director barcelonés, lo que de verdad le interesa es la implicación del creador en su obra. "Cuando el arquitecto piensa verdaderamente en la distribución de espacios, en la ubicación de una ventana, en los materiales, está incidiendo en la vida de las personas. Este arquitecto con convicciones seguro que tendrá fricciones con los promotores cuyos intereses suelen ser muy parecidos a los de los productores de cine: acabar la película en menos tiempo, con menos presupuesto, con menos materiales".

Eso sí. Su película se ha realizado con holgura. Entre 1998 y 2000, Guerín y un grupo de alumnos del master de Documentales de Creación impartido en la Universidad Pompeu Fabra rodaron más de 120 horas de imágenes de las que se montaron dos y cuarto. Pero también ha supuesto la inversión de horas en otro campo: el estudio de lo que es una construcción, a partir de la charla con arquitectos, yeseros, albañiles,... Y el estudio del pensamiento de los grandes arquitectos del siglo XX. "Me sorprendieron mucho los textos teóricos de Mies Van der Rohe, Lloyd Wright, Le Corbusier y, sobre todo, Adolf Loos", comenta.

"Incluso llegué a establecer un paralelismo entre las reflexiones de ciertos cineastas y las de arquitectos. En el caso concreto de Loos cuando habla del delito del ornamento, que tiene su eco preciso en Rosellini o Bresson, cuando dicen eso de 'nada de bellas imágenes, sólo las imágenes justas y necesarias", explica Guerín.

Pero el Barrio Chino era también un entramado urbano característico. "El asunto del urbanismo lo trato muy tangencialmente. Por una sencilla razón, porque no es un reportaje para una televisión local. Intenté eliminar casi todos los planos que explicaban el barrio (calles, plazas), porque entendía que la manera más noble de mostrar el Chino era delegarlo en sus habitantes. Un barrio es la gente que lo habita. Quería mostrar además cómo se reemplaza una morfología humana por otra", recuerda.

En el fondo, latía la preocupación por el respeto a la memoria popular. "Antes de hacer la película pensaba que la arquitectura era más perdurable que el cine, pero luego he visto que no, que pocas casas superan la edad del cine. El que con esa impunidad se haya barrido todo un barrio para hacer un trazado distinto es una desconsideración hacia esa memoria popular", concluye el cineasta.