El petróleo como causa bélica
Si Enrique Giordano tiene razón, la evolución del precio del petróleo en los mercados internacionales se ha debido -aquí conviene matizar fundamentalmente- a razones tan poco económicas como las guerras y a las presiones de todo tipo, desde las diplomáticas a las parabélicas, que se ejercen desde los lobbies petroleros en Estados Unidos. El mecanismo sería muy sencillo: cuando los beneficios de las compañías están en peligro, se ponen en marcha amenazas de conflicto en Oriente Próximo (principalmente) y, de esa forma, el precio tiende a subir. La condición, claro, es que la Administración estadounidense sea receptiva y transmita esas presiones.
La consecuencia lógica de esta interpretación es que las razones que se arguyen públicamente para explicar las subidas o bajadas de los precios, tales como la producción, el crecimiento de la oferta o la demanda, la drive season estadounidense o las temperaturas invernales, resultan meras coartadas para los medios de comunicación. El papel que juegan el mercado de futuros del crudo refuerza esta interpretación de un mercado manipulable: aunque no exista escasez de crudo, se simula y se elevan los precios a voluntad.
Las guerras del petróleo. Geopolítica, economía y conflicto
Eduardo Giordano Icaria. Antrazyt ISBN 84-7426-606-8
A la luz de esta interpretación, Giordano propone una revisión de las causas que llevaron a las crisis energéticas de 1973 y 1979. Analizado en términos de ¿a quién beneficia? resultaría que la brutal subida del precio del crudo produjo efectos tan importantes como recomponer el beneficio de las grandes empresas petroleras y quebraron el poder emergente de las economías europeas, por el procedimiento de desviar rentas desde Europa a los países productores y desde éstos a Estados Unidos. La evolución del dólar confirmaría estos efectos beneficiosos para la economía norteamericana.
Así que, de forma indirecta, el libro constituye una impugnación radical a las explicaciones comunes que manejan los medios de comunicación para explicar las crisis petroleras y el precio en general. Este desmentido implicaría que existe una voluntad de construir elaboradas explicaciones teóricas para un fenómeno que explicado en términos de oferta y demanda -cuando hay escasez, el precio sube y viceversa- estaría en abierta contradicción con fenómenos recientes de abundancia de oferta y encarecimiento de precios.
La tesis del libro casi se agota aquí; y no es poco, porque no debe menospreciarse el valor de las explicaciones únicas. Cosa bien diferente es que el lector acepte una línea de explicación única o no. Por ejemplo, la interpretación Giordano explica mejor las subidas de precios que las bajadas. Como se argumenta que cuando baja el precio es porque cae la relación de intercambio entre países productores y consumidores y porque la capacidad de negociación de la OPEP disminuye, habrá que suponer que tales factores también influyen en lel encarecimiento del oro negro.
Pero si se acepta la tesis Giordano, el siguiente paso lógico será interpretar la fatalidad bélica que arrastra el crudo, la energía que ha movido el desarrollo económico de la humanidad durante el siglo XX y tiene visos de prevalecer al menos durante el primer tercio del XXI.
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