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Columna
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La visión

Veo a los que me gobiernan, y de vez en cuando mis gobernantes me dan pistas de cómo ven a sus gobernados en general. Acebes, ministro del Interior, habló en Málaga de la desaceleración de los delitos y la reducción del ritmo de incremento de la delincuencia (es la jerga de la tecnología policial), pero promete nuevas cárceles porque, a pesar de la desaceleración y la reducción rítmica (el delito parece de pronto el baile de moda), piensan meter a más gente presa, según una inminente reforma de la Ley de Enjuiciamiento. El ministro anuncia la fundación de tres nuevas cárceles, una de ellas en Andalucía (con las cárceles se produce una interesante paradoja: la mayoría pide más cárceles y más condenados, pero se rebela si, para que se cumplan más profundamente sus deseos, le llevan la cárcel a su mismo pueblo).

Imagino qué idea se hacen los gobernantes de los gobernados. He seguido la publicidad sobre el euro y los precios que cerró el año 2002 (mirar a los ojos de los gobernantes para verme en sus ojos, para ver cómo nos ven, es mirar la televisión desde la que nos hablan): 50 euros no son 5.000 pesetas, dice la consigna magistral. No es que seamos idiotas y confundamos lo inconfundible, 50 euros con 5.000 pesetas; es que somos culpables de la carestía, originada por nuestra confusión aritmética o, peor, por nuestro descuido. O somos inmaduros, insensatos: gastamos 50 euros como si sólo equivalieran a 5.000 pesetas. Así nos ven nuestros gobernantes nacionales: idiotas, irresponsables e inmaduros. Estamos causando un problema de inflación a pesar de la atinada gestión gubernamental. (Incluso el hecho de que piensen que podemos creer esto, demuestra que nos consideran un caso clínico.)

Más agradable parece la visión que los gobernantes de la Junta tienen de los ciudadanos: nos consideran turistas. No recaudan impuestos, no abren cárceles, sólo ofrecen paternalmente servicios. Nos presentan Andalucía como una residencia o una colonia de veraneo perpetuo: sus campañas publicitarias celebran las bondades y calidades del lugar, siempre reformado y mejorado para que la clientela siga honrando con su voto a la actual dirección. Hasta nos invitan a hablar nuestra lengua materna ("Habla en andaluz", se nos dice asombrosamente) como en aquellos hoteles de mi infancia donde al extranjero visitante se le animaba a expresarse en su idioma, una de las ventajas del establecimiento. (Los extranjeros eran más ricos que los indígenas: no es mal programa político prometer que todos seremos extranjeros.)

Pero la visión más turbadora es la que me transmite el ministro del Interior en Málaga. Habrá más cárceles y menos delincuencia. La ofensiva anticrimen del Gobierno nacional en este preciso momento, ¿quiere, a la vez que barre delincuentes, salvar votos posibles para un lastimado PP? Si así es, no me gusta la visión del votante como el más atracado, el más irritado, el que exige castigo y castigo feroz, el inseguro que busca a un padre severo que le dé más seguridad. Prefiero la imagen de tonto o turista en mi propia casa.

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