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Reportaje:

El desafío coreano

Pyongyang aprovecha el creciente sentimiento antinorteamericano de Corea del Sur para plantar cara a Washington

Corea del Norte y Estados Unidos se han embarcado en una espiral de acusaciones en el más puro estilo del principio newtoniano de acción y reacción. El pasado lunes, el secretario de Defensa americano, Donald Rumsfeld, lanzó una clara advertencia al régimen de Pyongyang: Estados Unidos puede librar dos guerras al mismo tiempo y ganar ambas. Al día siguiente, el Gobierno de Kim Jong Il acusaba al de George W. Bush de estar colocando la península coreana al borde del abismo nuclear y aseguraba que su país dispone de "medios de defensa y ataque capaces de vencer" a cualquier enemigo.

El cruce de declaraciones se disparó después de que el país asiático anunciara que ha desmantelado los precintos y las cámaras de vigilancia instaladas por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) en sus centrales nucleares para evitar que fueran utilizadas en el desarrollo de armamento nuclear, según los acuerdos alcanzados con EE UU en 1994.

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Pyongyang asegura que está reactivando la central de Yongbion para generar electricidad ante la penuria energética que atraviesa el país. Pero el OIEA, que depende de la ONU, afirma que la iniciativa puede ser un paso previo a la fabricación de plutonio para uso militar.

La acción de Corea y la reacción de EE UU, y viceversa, han desembocado en lo que, de complicarse la situación, podría suponer un segundo frente militar para Washington, ya embarcado en los preparativos necesarios para un posible ataque contra el régimen de Sadam Husein. Esta posibilidad ha levantado los temores especialmente de Corea del Sur, aliado de Washington contra el Norte desde 1950. Seúl es partidario de una "solución pacífica" del conflicto y de poner fin a las sanciones económicas a las que está sometido su vecino, frente a la línea dura norteamericana que incluyó a Corea del Norte junto a Irán e Irak en el denominado eje del mal.

Esta diferencia de visión sobre la situación en la península ha sido aprovechada por el régimen norcoreano, que ha querido sacar partido del creciente sentimiento antiestadounidense surgido en el Sur después de que un tribunal militar estadounidense declarara inocentes a dos soldados responsables de la muerte de dos chicas en un accidente de coche. "Es hora de que todos los coreanos frustremos la agresión imperialista de EE UU y los movimientos contra la reunificación", aseguró Rodong Sinmun, el periódico del partido único del régimen estalinista. En Corea del Sur están instalados 37.000 soldados estadounidenses.

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El presidente electo surcoreano, Roh Moo-hyun , que en sus días de joven activista político abogaba por la salida de las tropas de EE UU de su país, se encuentra así sumergido en lo que los analistas consideran una de las mayores escaladas nucleares desde los tiempos de la Guerra Fría. Una escalada que, según declaran unos y otros, nadie quiere que acabe en un conflicto militar de consecuencias imprevisibles. Se estima que Corea del Norte cuenta al menos con una bomba atómica. Su población es de 22 millones de habitantes.

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