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Afganistán, Pakistán y Turkmenistán firman el pacto para la construcción del gasoducto centroasiático

Los presidentes de Turkmenistán, Afganistán y Pakistán firmaron ayer, tras dos décadas de gestación, un acuerdo para construir un gasoducto que debe permitir exportar el gas turcomano hacia el oceáno Índico y mejorar la situación económica de la región. Cuando se construya, y el proyecto llevará al menos cuatro años, el conducto permitirá por primera vez que Turkmenistán, cuyas reservas de gas son las cuartas del mundo, venda su riqueza sin pasar por Rusia.

"Estamos contentos de la firma de este importante acuerdo porque representa un paso significativo hacia la realización del proyecto", declaró a la prensa el presidente de Turkmenistán, Sparmurat Niazov. El gasoducto costará entre 2.000 y 3.000 millones de dólares y cuenta con el respaldo del Banco de Desarrollo Asiático, cuyo informe de viabilidad se espera para julio de 2003.

Las negociaciones relativas a este gasoducto de casi 1.500 kilómetros han estado aparcadas durante mucho tiempo debido a los conflictos regionales, en especial, la guerra civil en Afganistán, cuyo territorio debe atravesar desde Herat a Kandahar.

El conducto está auspiciado por EE UU que de esta manera recobra un viejo sueño por el que llegó a negociar con los integristas del régimen talibán a mediados de los noventa. En 1997, representantes talibanes se reunieron con la empresa Unocal y autoridades estadounidenses en Houston (Tejas) para cerrar un acuerdo sobre la construcción, pero la protección que Kabul dio a Osama Bin Laden echó por tierra el proyecto un año después. La responsabilidad de Al Qaeda en los atentados contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania motivó un bombardeo de sus bases en Afganistán. La caída del régimen talibán tras el ataque estadounidense por los atentados del 11 de septiembre de 2001 ha permitido ahora que Washington retome el proyecto, punta de lanza de sus intereses energéticos en Asia Central.

Las autoridades turcomanas, afganas y paquistaníes confían en que Estados Unidos mantenga el interés que mostró en los años noventa por hacer de Afganistán su campo de batalla energético y se haga cargo ahora de la seguridad del gasoducto. Sólo así, y si alcanza India, tendrá futuro el proyecto. De momento, la mayor parte del gasoducto transcurre por territorio afgano, donde la autoridad del Gobierno central es muy débil, lo que sin duda va a alejar a eventuales inversores. El Gobierno indio, por su parte, sólo ha mostrado recelos pues no le gusta la idea de que su futuro suministro de gas esté en manos de su tradicional enemigo, Pakistán.

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