_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vacunas para todos

Más de medio millón de estadounidenses -soldados y técnicos en su mayoría- han sido vacunados ya contra la viruela. Según se anuncia ahora, el presidente George W. Bush también se ha aplicado esta no muy dolorosa medida para dejar claro así que esta vez es uno más entre los combatientes, no como hace cuatro décadas, cuando las influencias de Bush padre le permitieron seguir gozando de los cocidos caseros de mamá Bush durante toda la contienda de Vietnam. Esta vez sí está dispuesto al combate y a asumir los muertos propios -según primeras estimaciones entre 5.000 y 50.000 norteamericanos- por no hablar de los infieles. Tampoco asumía mal los muertos en Indochina, zona ignota lejana del rancho familiar.

En Israel han comenzado también las vacunaciones, al tiempo que se aceleran los preparativos militares para la guerra. Ariel Sharon quiere echar una buena mano en esta contienda, consciente de que, al final del incendio bíblico, puede que consiga finalmente las posesiones de Judea y Samaria, libres de habitantes hostiles. Sharon confirmando el carácter profético textual del Antiguo Testamento. Cosas más raras veremos en un futuro diseñado por la sangre vertida, por la que se amenaza con verter y, por supuesto, por el comercio de virus y vacunas. Los ejércitos del Reino Unido y de Alemania, conscientes de los tiempos que vienen, han comenzado a vacunarse.

El Ejército estadounidense está ya muy cerca de completar el despliegue necesario en la región para lanzar su intervención. La maquinaria lleva muchos meses puesta en marcha a gran ritmo. Paralelamente a los dimes y diretes sobre inspecciones posibles o no e informes bien hechos o no, leídos o no, inteligibles o no, de algún interés o ninguno. Y las reservas de ciertos sectores en Washington como las de los aliados prescindibles -es decir, casi todos-, pesan hoy menos que la opinión de uno de los cientos de oficiales norteamericanos vacunados que se pasean ya por la región desmilitarizada del norte de Irak por no hablar de las quejas del pobre de Hans Blix, jefe de la misión de observadores. Mientras, no llegan noticias de que se esté vacunando a la población iraquí, siquiera en las regiones fuera de control de Sadam Husein. No sabemos con exactitud cuando comenzará la guerra y no tenemos la más remota idea de cuando y cómo concluirá. Si podemos tener la certeza de que morirán muchos vacunados y muchos que no lo están y de que el vacunado Bush no estará entre ellos.

Dicho todo esto y recomendadas las vacunas a todos los que puedan hacerse con una, parece evidente que Estados Unidos, única e incuestionada megapotencia del globo ha decidido ya corregir en este principio de siglo los muchos disparates que se cometieron durante la descolonización británica de los territorios otrora otomanos. Los Estados creados a base de tiralíneas y limitados por cúmulos de piedra en el desierto y las dinastías tribales que los ingleses dejaron allí en su retirada desordenada y vergonzosa como ocupantes tras la caída del Imperio de la Sublime Puerta no valen para el siglo XXI. Estados regidos por satrapías familiares, más o menos díscolas, no pueden tener la llave a los mayores depósitos de petróleo del mundo. Por mucho que manden a sus niños a West Point primero y a Georgetown o Harvard después. Para acabar con los incordios heredados de aquella chapuza de descolonización habrá que empezar por el que se ha distinguido como perfecto canalla, Sadam Husein. Pero eso es solo el principio. Mediten sobre ello en aquella aldea de beduinos llamada Riad. Además, de golpe se puede acabar también con la quimera de otro de estos descolonizadores, Lord Balfour, que otorgaba parte de palestina a los palestinos. El plan es ambicioso pero ¿quién lo puede hacer sino el mayor poder hegemónico jamás habido? Después quedan flecos, como Corea del Norte y otros que irán surgiendo en esa cartografía llena de ideas que se maneja junto al Potomac. Mientras, la única recomendación razonable -no se sabe si útil- es vacunarse.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_