Vascos contra ETA
No son infundados los recelos que han llevado al Partido Popular a desmarcarse de la multitudinaria manifestación celebrada ayer en Bilbao a iniciativa de Ibarretxe contra el terrorismo de ETA bajo el contundente e inequívoco eslogan de "ETA kanpora, ETA fuera". Son recelos compartidos también en gran medida por otras fuerzas políticas y colectivos sociales vascos, que rechazan tanto como el PP el plan soberanista del lehendakari de ruptura del marco estatutario-constitucional, pero que, sin embargo, no les ha impedido atender su convocatoria porque han considerado que había motivos sólidos para no rechazarla. Fundamentalmente, que la convocatoria era una ocasión para reconstruir la unidad de las fuerzas democráticas vascas frente a la violencia de ETA, rota por los nacionalistas a partir del Pacto de Lizarra en 1998, y forzar al lehendakari a una acción de gobierno más decidida a favor de la libertad y del derecho a la vida en el País Vasco.
La negativa de Ibarretxe a consensuar con las demás fuerzas políticas la organización de la marcha ha alimentado la duda sobre la causa inmediata de la convocatoria: si ha sido la inaguantable persistencia del terrorismo o la chulesca calificación que hizo ETA de su plan soberanista, considerado en exceso pusilánime para la ensoñaciones irredentistas del conglomerado etarra. Esa duda no ha sido despejada, pero para las fuerzas políticas y colectivos sociales que consideran más importante la unidad democrática contra ETA que el reforzamiento de un frente antinacionalista era un deber acudir a la manifestación contra el terrorismo convocada por Ibarretxe.
La manifestación de ayer evidenció el rechazo absoluto de la mayoría de la sociedad vasca a los matarifes que pretenden secuestrarla. Parece obvio que los ausentes no han desertado por falta de compromiso contra ETA, ya que son quienes más han sufrido sus embates, sino por su desconfianza a ultranza de las intenciones del convocante. Y aducen que el lehendakari ha dado más de un motivo para el recelo, tanto en la anterior legislatura como en la actual. Su condena, sin duda sincera, del terrorismo no ha ido acompañada hasta ahora de una actitud firme de negar cualquier legitimidad política a la idea de que la violencia es consecuencia de un conflicto histórico no resuelto entre Euskadi y España. De hecho, su plan de libre adhesión, cuya difusión se ha convertido en una prioridad, parte y se sustenta en esa premisa.
Sin embargo, ahora el lema ha sido tajante e inequívoco, a diferencia de los ambivalentes y equidistantes "Necesitamos la paz" o "Sí a la vida, sí al diálogo". Por eso el PP y los otros grupos ausentes tenían que haberse sumado. Y si permanecía el resquemor de que la marcha unitaria pudiera capitalizarse como un respaldo al plan soberanista de Ibarretxe, podía haberse seguido el ejemplo del PSOE o de la plataforma Basta Ya, que han acudido de forma diferenciada. Era un riesgo que había que correr, explorando la posibilidad de una rectificación de Ibarretxe y su Gobierno en cuanto a las prioridades verdaderas del País Vasco. En todo caso, el protagonismo de la manifestación de ayer fue de los ciudadanos y no se convirtió en un acto de reafirmación del lehendakari y su política.
El miedo del PP a hacer el juego a Ibarretxe le ha llevado a cometer el error de estar ausente de un acto inequívoco contra ETA, en un momento en que su debilidad es patente, como lo certifican las últimas detenciones, ensombrecidas sin duda por la fuga del jefe de sus comandos de una comisaría de Bayona, y en el que la mayoría de los vascos -Euskobárometros de la UPV de noviembre- consideran al terrorismo el principal problema de Euskadi y una amenaza para su libertad. La presencia del Partido Popular en la manifestación de Bilbao, junto con las otras fuerzas democráticas, habría demostrado que, a pesar de sus diferencias sobre la ilegalización de Batasuna y sobre el plan de Ibarretxe, no existen fisuras entre los demócratas en su estrategia de rechazo frente al terrorismo de ETA. Pero también esas ausencias deberían hacer reflexionar al lehendakari sobre el efecto divisor de su política en la sociedad vasca.
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