'ETA kanpora'!
Hay que estar en Bilbao el próximo día 22 en la manifestación contra ETA convocada por el lehendakari. Lo escribo bajo el impacto del nuevo asesinato cometido en Madrid por esa organización terrorista, en el que perdió la vida el guardia civil Antonio Molina. Pero hubiera escrito lo mismo sin esa repugnante circunstancia. Lo hubiera hecho así, de entrada, sin exponer previamente todas las objeciones y reparos que suscitaba esa convocatoria, tal y como lo han hecho otros comentaristas que se me han adelantado al hablar de ella. No tengo mucho que añadir a esas objeciones, tampoco razones novedosas a favor de la asistencia a la convocatoria. Me basta con la contundencia del lema, mínimo común denominador, por encima de estrategias y proyectos diversos, de todos los que rechazamos el terror de ETA.
Dicho lo anterior, también he de confesar que no me hago demasiadas ilusiones sobre las consecuencias que hayan de derivar de esa manifestación. Aunque estoy de acuerdo con que en un Estado de Derecho son las instituciones las que deben protagonizar la lucha contra el terror, sin delegarla en una hipotética rebelión ciudadana -¿contra quién, dada la nula ubicuidad del terror y su absoluta indiferencia hacia la voluntad popular?-, sí creo en la eficacia de la protesta ciudadana como forma de hacer patente el fracaso de uno de los efectos más deseados por la organización terrorista: la anulación de las voluntades a través del miedo, el desierto de la libre opinión. El silencio de la ciudadanía le es de vital importancia a ETA, precisamente para arrogarse la voz de ese silencio. En el silencio de la calle, sólo habla ella, y es ahí, en la negación de esa apropiación, donde veo la necesidad y eficacia de las manifestaciones callejeras contra ETA. Dudo mucho de que su virtualidad vaya más allá de eso, y no confío en que se pueda acabar con ETA a base de manifestaciones. Con ETA sólo se acabará -bien sea por aniquilación, bien sea por implosión de la propia banda- con medidas policiales, judiciales... y con actitudes políticas.
He eludido la expresión "medidas políticas", así como la de "actuaciones políticas", para evitar equívocos. Me parece más acertado hablar de actitudes. Y es justamente debido a las que hoy se mantienen por lo que no me hago demasiadas ilusiones sobre los efectos futuros de esa manifestación. Una convocatoria unitaria a la ciudadanía con un objetivo determinado -y ésta lo es, pues la realiza el lehendakari y no el presidente de una fuerza política cual sea- requiere de una política unitaria cara a ese objetivo para que aquella sea eficaz, inequívoca y no susceptible de manipulaciones. El lehendakari va a contar con la concurrencia visible de todas las fuerzas democráticas en ese acto contra ETA. ¿Podrá después mantener la misma actitud que hoy mantiene hacia ellas sin traicionarlas? ¿Podrá alegar que es el pueblo el que ha sido convocado y el que se ha manifestado, ignorando que ese pueblo se articula políticamente a través de unos partidos representativos, es decir, en un sistema de representación parlamentaria del que su cargo es parte orgánica? ¿Podrá ignorar el compromiso que ha adquirido con esas fuerzas democráticas, acordes con su objetivo de ETA kanpora?
La respuesta a estas preguntas es incierta, dado el autismo político del que adolece nuestro lehendakari. Los peligros de esa manifestación no residen en que pueda derivar hacia un acto plebiscitario a favor de su propuesta de libre asociación, sino en que pueda ser instrumentalizado para intentar doblegar determinadas voluntades -batasunas-. Ajeno a la realidad parlamentaria, y saltándose toda representatividad, el lehendakari ha lanzado su plan, con el compromiso de que sólo será ratificado en ausencia de toda violencia, ratificación que requiere además una mayoría parlamentaria -¿podrá el lehendakari convocar un referéndum sin contar con ella, en un puro ejercicio de autocracia?-.
Enfrentado a la resistencia de ETA a su plan, y falto de la aceptación parlamentaria y social al mismo, sus movimientos comienzan a ser alocados impulsos en pos de un refrendo populista que a nada conduce. Sin embargo, pueden tener la virtud de que acaben reconciliándolo con la realidad, y ésta puede ser una oportunidad para ello. Que ELA, con la insensibilidad de ventajista que le caracteriza, se haya opuesto a esa manifestación puede constituir un buen síntoma. En cuanto al resto de los partidos democráticos, su pericia vuelve a estar en juego.
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