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Reportaje:

Madrid recobra a su hijo portugués, Pedro Teixeira

Dos investigadores reconstruyen la biografía del autor de la 'Topographia de la Villa', magno plano histórico de la ciudad

Madrid incorpora desde ayer a su galería de hombres ilustres a un personaje cuya obra todo el mundo ha visto alguna vez, aunque su vida haya constituido casi un enigma durante 340 años: la del cartógrafo Pedro Teixeira.Nunca en la historia de esta ciudad la nombradía de una obra ha eclipsado tanto la de su autor como Topographia de la Villa de Madrid, un excelso plano-mapa de la capital surgido de la mirada, la imaginación y el pulso del impar geógrafo portugués.

El plano fue realizado en el año de 1651 y publicado un lustro después, en la flamenca Amberes. No ha habido tratadista o escritor, ni forastero culto, que en Madrid no haya citado esta magna obra de la cartografía universal. Fue financiada con doscientos escudos del Bolsillo Secreto del rey Felipe IV. Pedro Teixeira brindó su obra a la ciudad donde él viviera durante cuatro de las siete décadas de su existencia, domiciliado en las calles de San Martín y del Pardo, no lejos del Alcázar de los Austrias donde hoy se encuentra el Palacio Real.

Los documentos del Archivo de Protocolos han sido cruciales para investigar su vida

Gracias al trabajo en Madrid del historiador Francisco José Marín y del arquitecto Javier Ortega, auspiciados por la Consejería de las Artes y Caja Madrid que acaban de editar su investigación, así como a otras indagaciones desplegadas recientemente en Venecia por Felipe Pereda y Fernando Marías (ver EL PAÍS semanal del domingo 15 de diciembre), hay ya de una interpretación coherente sobre la estatura de aquel genio del arte de la cartografía.

Pedro era hijo del geógrafo Luis Teixeira, perteneciente a una estirpe notaria de algunas de las gestas de los grandes navegantes lusitanos décadas antes. Había nacido en Lisboa, presumiblemente entre los años 1594 y 1598, tres lustros después de la unificación de los dos reinos peninsulares bajo el cetro de Felipe II en 1580. Amante de la artillería, Pedro se adentró en el arte de la fortificación militar, tantas veces antesala científica de los mejores geómetras y arquitectos.

Por su anhelo incesante de conocimientos, le fue encomendada siendo aún joven la tarea de participar en el trazado del mapa del recién penetrado Estrecho de Magallanes, en el confín meridional americano.

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De regreso a España en 1619 se estableció en Madrid. Aquí contraería matrimonio con Eugenia de Salazar en la parroquia de San Martín, muy cerca de su casa. Con ella tendría un hijo, Antonio, y una hija, Francisca.

En 1622, Teixeira sería convocado a describir las costas españolas, tarea que inició en Guipúzcoa. Años después, las rivalidades entre España y Francia llevaron a la Corona hispana a retrazar las lindes con el vecino transpirenaico, encargo que también desempeñó con encomiable finura. Portugués al servicio de España incluso después de la separación de ambos reinos en 1640 y pese a tener media familia en contra, Teixeira enraizó de lleno en la capital madrileña. Trabajó para la Corte pensionado como Caballero de Portugal, grupo de presión de influencia aúlica. De esa etapa surgieron sus mejores obras. Gracias a 16 documentos extraídos tras minuciosa investigación por Francisco José Marín y Javier Ortega en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, de la calle de Alberto Bosch, verdadera joya de la archivística que regenta el Gobierno regional, se sabe que Teixeira recibió de Felipe IV hasta 500 escudos en premio adicional por su Topographia de la Villa. Aquel mapa, bajo la filacteria que caracteriza a la ciudad como Mantua Carpetanorum, ocupaba 20 láminas que medían en conjunto 2,91 metros de anchura por 1,92 metros de altura. El plano de Teixeira, como siempre ha sido llamada en Madrid su obra, procuró por primera vez a los moradores de la Corte una imagen integral de sí mismos a través de la delicada e ingenua, pero extraordinariamente eficaz, representación de su ciudad vista desde el Mediodía.

El mapa vino a ser como la primera visualización con la cual los moradores de Madrid podían localizar el perfil de las fachadas de sus casas, chimeneas y huertos, de sus chaflanes, rinconadas y fuentes, con el detalle, incluso, del número de ventanas y chapiteles de las torres de su parroquia.

Pero, por encima de todo, aquel diáfano compendio otorgó a sus veedores la posibilidad de trascender la chata miseria cotidiana de la encharcada plazuela de enfrente para alzarles en vuelo hasta una contemplación del conjunto citadino que idealizaba proporción y tamaño.

A la fragmentación de los espacios de la villa en torno a las murallas medievales y a las cercas ulteriores, los trazos del portugués brindaban hilación y relato, unicidad y grandeza, como correspondía a la capital del "más Grande Imperio que vieron los siglos".

Tal fue la principal contribución de Pedro Teixeira, muerto en 1662, a la historia de su bienamada ciudad de adopción, recorrida por él calle a calle para retratarla magistralmente en un mapa.

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