Por qué la política de Alemania es brutal
El eje franco-alemán es central para el buen funcionamiento de la UE. Cuando se producen tensiones entre los dos países, éstas deben ser vistas con preocupación por todos los ciudadanos europeos. El primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin, ha declarado delante de un grupo de empresarios galos que la política económica de Gerhard Schröder es "bastante brutal" y amenaza con debilitar el conjunto del crecimiento europeo. Los alemanes contestaron inmediatamente diciendo que no hay contradicción entre su política económica y la del resto de la zona.
¿Existe esa contradicción? ¿A qué se denomina una política "bastante brutal"? Contextualicemos. La izquierda alemana gana las elecciones en septiembre; inmediatamente después comienzan a multiplicarse los datos que muestran que la coyuntura es más dramática de lo que hasta entonces se había dicho: mayor déficit público, el 3,8% del PIB, lo que rompe el Pacto de Estabilidad; mayor endeudamiento; tendencia a la deflación (el IPC bajó en noviembre cuatro décimas); incremento del paro (cuatro millones de personas, el 10% de la población activa, la mayor cifra desde que los socialdemócratas tumbaron electoralmente a Helmut Kohl bajo la consigna del "canciller del paro"); escasísimo crecimiento (el instituto IfW de Kiel ha rebajado las previsiones: este año, del 0,4% del PIB al 0,2%; del 1,4% al 1,1% en 2003), etcétera.
Con ser tan dramáticos, los datos coyunturales no lo son tanto como los estructurales. La economía alemana sigue siendo la más grande de Europa (un tercio superior a la británica o a la francesa), pero cada vez se aleja más de la de EE UU (en 1990, la economía de EE UU era 3,7 veces la de Alemania; hoy lo es cinco veces). En los últimos años, Alemania ha sido el país de la UE que menos ha crecido; The Economist decía hace unas semanas que los germanos tienen una "severa enfermedad económica" que se manifiesta en uno de los mercados laborales más caros, inflexibles y protegidos del mundo; una maraña de regulaciones extraordinariamente restrictivas; un sistema educativo a la baja; muchas grandes empresas en situación de quiebra o tremendamente endeudadas; y un sistema bancario (citaba a los cuatro grandes bancos, Deutsche Bank, Hypovereinsbank, Dresdner Bank y Commerzbank) con mayores niveles de riesgo que sus homólogos europeos. Casi todos los índices que aparecen día a día (confianza empresarial, perspectivas de crecimiento, producción industrial...) son negativos. Y sin embargo, dice la revista británica para subrayar la paradoja, "la calidad de vida alemana sigue siendo excelente".
Para solucionar esta tendencia a la recesión, Schröder tiene un plan con varios ejes: subida de impuestos (acaba de crear un impuesto sobre las plusvalías del 15% y varios estados dirigidos por los socialdemócratas quieren aplicar, en contra de la opinión del canciller -lo que está generando tensiones en la coalición gobernante-, un gravamen sobre la propiedad de los más ricos) y elevación del endeudamiento; eliminación del secreto bancario; reforma laboral con aumento de las cotizaciones y recorte de los subsidios por desempleo; reducción de los gastos públicos y congelación del sueldo de los funcionarios... A esto se le ha denominado "estado de excepción económica" y a esto es a lo que ha calificado Raffarin como "bastante brutal".
La utilización de los impuestos para cualquier tipo de coyuntura está convirtiéndose en una mezcla entre pócima mágica y placebo. Sucede en los EE UU de Bush, en la Alemania de Schröder, en la España de Aznar o en la Francia de Raffarin. Perdido el control de la política monetaria, en manos del Banco Central, parece como si los países europeos quisieran utilizar la política presupuestaria con una sola mano: la del gasto público, ya que los impuestos siempre han de bajar. Por eso sorprende y se critica ahora a Schröder. La primera cuestión para el debate es si siempre han de bajar los gravámenes. Pero a continuación hay otras: ¿a quiénes?, ¿con qué composición?, ¿se ha olvidado la lucha contra el fraude fiscal permanente? Veremos cómo acaba esto.
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