Platos modernos con sentido común
CHANTARELLA, un prometedor local madrileño de dos jóvenes hermanos
Dos años de rodaje y no pocos esfuerzos profesionales ha necesitado este pequeño restaurante de barrio para encaramarse a un puesto destacado dentro del bullicioso panorama gastronómico madrileño. Sus responsables, Enrique y Álvaro Díaz, dos hermanos de 30 y 28 años, elaboran platos modernos, creativos, limpios, cromáticos y dietéticos. Recetas de autor, mediterráneas y de raíces ibéricas, que sorprenden por su sensatez y su sencilla perfección técnica.
Aunque el local se llena todas las noches y se atiborra los fines de semana, tal vez porque sus comienzos fueron irregulares, o quizá por la inapariencia y frialdad de su comedor, angosto y con apenas ocho mesas, se ha mantenido semioculto sin que su nombre sonara como debiera. Desde la perspectiva actual, y a pesar del secretismo de su clientela, Chantarella constituye una de las grandes promesas / revelaciones del año que concluye.
CHANTARELLA
Luisa Fernanda, 27. Madrid. Teléfono: 915 41 80 03. Cierra sábados mediodía y domingos. Menú degustación, 38,60 euros. Precio: de 30 a 40. 'Carpaccio' de atún con salmorejo y helado de aceite de oliva, 14. Bacalao confitado con callos, 14,10. Carrilleras de ternera sobre cama de patatas, 17,40. Espuma de leche merengada con palito de canela, 4,20. Pan ... 6 Café ... 8,5 Bodega ... 7 Ambiente ... 6 Aseos ... 6,5 Servicio ... 6,5
Los hermanos Díaz no son alumnos aventajados de nadie aunque en sus propuestas abunden detalles de grandes maestros, desde Adrià hasta Berasategui. Sus platos tampoco destacan por sus alardes creativos, sino por un sentido común que conmueve. Para despejar dudas, nada mejor que los hechos. Si la yema de huevo envuelta en un etéreo raviole, con pisto y beicon crujiente supone vestir de modernidad sabores de siempre, en el salteado de vieiras y boletos sobre crema de zanahorias impresiona la suavidad de las texturas. Al revés que en el foie-gras caramelizado, cuya dulzona cremosidad se contrapone a un cuscús de verduritas crujientes con aromas a brasas de leña. ¡Qué diferencia entre esta cocina y la de tantos jóvenes aprendices que pretenden colorear platos brillantes sin saberlos dibujar primero! Bien se trate de carne o de pescado, la materia prima no condiciona los resultados. Salen airosos con el bacalao confitado con callos a la madrileña, conjunción no exenta de riesgos, y convencen con las carrilleras de ternera sobre crema de patata, que resultan tan tiernas que merecen comerse con cuchara. Tampoco hay que olvidar la papada de cerdo ibérico con verduras, una delicia. Como es lógico, no todo son aciertos. En el milhojas de lengua y foie-gras sale malparado (molido) el hígado graso del pato, mientras que los ravioles de pato con chantarellas escabechadas no están a la altura del resto.
POSTRES, CAFÉ Y BODEGA
ADMITIDO QUE el marco de este restaurante está por debajo de su cocina, hay que reconocer que el repertorio dulce no brilla a la misma altura que el salado. Lo integran postres de complejidad media, sencillos y no demasiado arriesgados, que en su ansia de modernidad descubren algunos defectos técnicos. Si el choco-pasión, bizcocho de chocolate con helado de fruta de la pasión, resulta agradable, el hojaldre de frutos secos con helado de yogur, melón y membrillo es una superposición de ingredientes no demasiado armonizados. Lo mismo puede decirse de la espuma de leche merengada, agradable pero en absoluto sublime. Lo que sí merece alabanzas es el café, excelente, puro de Colombia, de tueste natural, aromático y fragante. Los adictos tienen la opción de degustar uno de los mejores capuccinos de Madrid en estos momentos. Otro gran señuelo es la bodega que maneja María José Monterrubio, jefa de sala que aporta un toque de sabiduría femenina al servicio del vino. La bodega es escueta, pero está muy bien escogida, reúne marcas atractivas en un espacio reducido y demuestra un profundo conocimiento de los vinos españoles. La selección de tintos son de las denominaciones Toro, Jumilla y Priorato, Costers del Segre, Penedés, Empordá y Somontano, además de Rioja y Ribera del Duero. Hay cavas y champañas de relumbre, y un vistoso repertorio de vinos dulces por copas, como Ochoa, Fariña, Olivares y Gramona.
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