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La lucha contra la marea negra | CATÁSTROFE ECOLÓGICA

Los marineros de Moaña, en huelga contra el Estado

La bocana de la ría de Vigo se despertó ayer con unos cientos de pescadores de chapapote menos. Eran los marineros de Moaña, pueblo del margen derecho de la ría de Vigo, que decidieron declararse en huelga y no ir en busca de las manchas con sus planeadoras por la intención del Gobierno de contratarlos y ponerlos bajo la supervisión de la empresa noruega Markleen Terra, experta en anticontaminación, a la que el Ejecutivo ha encargado la limpieza del fuel. El Estado pagaría a los marineros por la cesión de la embarcación, el trabajo de sus tripulantes y el uso del aparejo.

Pero "os mariñeiros de Meira non se venden", según decía una pancarta sujeta entre dos de las planeadoras que ayer no zarparon. Frente a ella, cerca de 400 cofrades vestidos con el equipo de buscar chapapote se concentraron, escépticos de lo que el Estado, al que han sentido muy lejano hasta hace menos de una semana, les pueda ofrecer ahora.

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"Nunca jamás nadie se acordó de nosotros", afirmó el marinero Manuel Martínez, de 39 años, concentrado con sus compañeros en la lonja de pescado. "Ahora, resulta que viene una empresa a darnos cuartos por limpiar la ría. ¿Por qué?", se preguntó. "Nosotros limpiamos gratis y sin ganar nada, porque el mar es nuestra manera de vivir", añadió. "No hace falta que venga nadie a darnos cuartos para después decirnos cómo tenemos que limpiar el fuel".

Eloy de la Rúa, mariscador de la cofradía, abundó en esos argumentos. "Nosotros salimos de mil amores a trabajar por lo nuestro, pero no queremos jugarnos nuestros barcos, que son nuestro capital, ni nuestra vida, para que una empresa, que tiene sus propios intereses", aseguró el marinero, que cree que Markleen retrasará las labores de limpieza para seguir cobrando del Estado. "Nosotros queremos limpiar esto lo más rápido posible. Sólo entre los de Moaña y los de Cangas, hemos llegado a sacar 300 toneladas de chapapote al día", afirmó.

"Si hay dinero para ayudarnos, ¿por qué no se lo dan directamente a las cofradías de pescadores para que los administren en vez de dárselo a esa empresa?", se preguntó Beatriz Da Silva, de 24 años, que cuando no había betún en el mar salía a faenar a diario en el barco de su padre. "Hasta el momento todos estamos unidos con el único fin de salvar la ría", explicó Beatriz, que sospecha que los contratos prometidos "sólo servirán para dividir a los marineros entre los que cobran y los que no".

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La protesta no impidió que continuara la lucha contra el engrudo negro. Mientras se desarrollaba, unas 50 personas trabajaban tejiendo una red con barriles de disolvente como flotadores, para proteger el caladero de almejas de Tirán.

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