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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La otra sucesión: la de Fraga

Soledad Gallego-Díaz

La crisis del Prestige y el gran error cometido por el presidente de la Xunta, Manuel Fraga Iribarne, se han llevado por delante, entre otras cosas, buena parte de la capacidad de Fraga para controlar el proceso de su sucesión al frente del PP gallego. Miembros de la dirección del partido se niegan a comentar la parálisis demostrada por el presidente de la Xunta y por su equipo más próximo a la hora de tomar la iniciativa política en las dos últimas semanas, pero admiten que el caso Prestige "tendrá repercusiones a medio plazo en el partido".

Los dirigentes del PP aseguran que son injustos los reproches de algunos seguidores del veterano político, molestos porque consideran que el partido no salió en defensa de su presidente de honor. Especialmente críticos se muestran con la posición del secretario general, Javier Arenas, al que reprochan "un extraño silencio, desconocido en él".

Algunos cargos del PP aseguran que no es el momento de enfrentamientos, pero que lo ocurrido debe tener repercusiones a medio plazo en el partido gallego

Equivocaciones

La escasa presencia pública de Arenas en las primeras semanas de la crisis, en contra de lo que ha sido habitual en el secretario general del partido, suscita también comentarios en otras áreas del PP. Diputados liberales y sobre todo próximos al sector clásico que simboliza Francisco Álvarez Cascos le reprochan no actuar con rapidez en apoyo de los miembros del Gobierno más afectados.

"El partido le está prestando a Fraga todo su apoyo, y lo seguirá haciendo frente a la moción de censura que se debatirá en el Parlamento gallego", afirma un parlamentario popular vinculado a la dirección del PP, "pero lo razonable es analizar entre nosotros qué ha pasado y por qué, y reconocer que han cometido equivocaciones".

Muchos de los cargos populares gallegos confiesan que están conmocionados por la imagen de debilidad ofrecida por la Xunta, y algunos se preguntan si esas "equivocaciones" y "consecuencias a medio plazo" de las que habla Madrid incluirán un desembarco de personas cercanas a Mariano Rajoy.

Las interferencias del vicepresidente primero en la marcha del PP en Galicia han sido objeto de las continuas protestas y de la irritación de Fraga, empeñado en cortar toda maniobra sobre su sucesión y, sobre todo, en controlar de una forma totalmente personal ese proceso. Fraga llegó en su día a pedir "el amparo" a José María Aznar para desembarazarse de la presión "de Madrid"; es decir, tanto de Rajoy como de Arenas.

Ahora, la desaparición de Fraga durante los peores días de la crisis, acompañado precisamente por quien se consideraba su heredero, José Cuiña, y nada menos que por el conselleiro de Medio Ambiente, Carlos del Álamo, han dado nuevas razones a quienes dentro del PP creen que la organización gallega necesita con urgencia una nueva gestión.

Gravedad e irritación creciente

La batalla se queda de momento reducida a la pelea por el control del PP gallego y no afecta al gran pulso por la sucesión de Aznar. "Rajoy no está preparando nada. Bastante preocupado, y ocupado, está como para inquietarse ahora por los seguidores de Manuel Fraga", comenta con irritación un parlamentario que se considera próximo al vicepresidente.

La gravedad del caso Prestige, que ha ido aumentado según pasaban los días y que todavía puede empeorar, ha terminado por provocar desconcierto en las filas del PP, teóricamente dedicadas ya a preparar unas importantes elecciones municipales y autonómicas. "No es el momento de enfrentamientos ni discusiones", mantiene un diputado democristiano. "Se ha producido un deterioro de imagen que nos perjudica a todos y que tiene que ser contrarrestado rápidamente". Las elecciones municipales, recuerda, están a pocos meses vista, y el PP no puede permitirse acumular "más incidentes desastrosos".

La imposibilidad para controlar con rapidez ese deterioro de imagen está provocando una gran irritación en el entorno de La Moncloa. Expertos próximos a la presidencia se esfuerzan en negar que Aznar esté furioso, y aseguran que, bien al contrario, mantiene que no pasa nada grave. Pero al mismo tiempo admiten que ejerce una gran presión para que se pongan en marcha iniciativas capaces de atraer la atención hacia otros puntos.

Para uno de estos expertos, con acceso a La Moncloa, no es cierto que la falta de reacción del Gobierno en los primeros días de la crisis se deba a una "falta de tensión" de Aznar. En su opinión, el presidente sigue comportándose como antes de anunciar su retirada. "Quienes han cambiado son quienes le rodean", afirma.

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