'Dublineses', de James Joyce
EL PAÍS edita un conjunto de extraordinarios relatos del autor más influyente del pasado siglo
Presentar al lector a James Joyce plantea un problema de educación: es, en realidad, una grosería. Considerado como uno de los escritores más importantes e influyentes del siglo XX, si no el más, los elogios y alabanzas que despierta su obra, sobre todo Ulises (1922), convierten los ditirambos en definiciones objetivas. Su primer libro publicado, Música de cámara (1907), contiene 36 poemas de amor; el segundo, Dublineses (1914), es un conjunto de 15 relatos en el que recrea recuerdos de infancia y adolescencia, escenas familiares y de la vida pública de su ciudad natal, y en el que se incluye una de las joyas más brillantes de la cuentística contemporánea, Los muertos, libro que podrá adquirir mañana el lector de EL PAÍS por tres euros. Escritos en Trieste (Italia), primera etapa estable de un voluntario exilio -París y Zúrich completarían los lugares esenciales de su errabunda vida-, y en compañía del gran amor de su vida, Nora Barnacle, Dublineses, y sobre todo el ya citado Los muertos, es uno de los más hermosos testimonios de amor a un país y a una mujer. Adaptado magistralmente al cine por un octogenario y agónico John Huston en 1987 (moriría antes del estreno del filme), estos relatos nos muestran ya a un maestro de la narrativa al que le faltaban dos años para publicar su primera novela, Retrato de un artista adolescente (1916), y algunos más para alcanzar el olimpo literario con Ulises. El valor y la grandeza de su obra bordea lo épico ante las incomprensiones, censuras y penurias económicas que le acompañaron durante toda su vida.
La odisea de 15 relatos
En 1904, George Russell ofreció a James Joyce una libra esterlina por cada cuento que el escritor le enviara para publicar en su gaceta The Irish Homestead, una revista de agricultores. Así nacieron Las hermanas, Eveline y Después de la carrera, que Joyce firmó con el seudónimo de Stephen Dedalus, nombre de uno de los personajes de Ulises. Después de estos tres primeros envíos, el editor decidió que los relatos no eran los adecuados para sus lectores. Joyce siguió escribiendo el resto de los cuentos en Trieste y, tras una dura experiencia de ocho meses trabajando en un banco de Roma, ideó el último de los 15 relatos: Los muertos. De regreso a Irlanda en 1912, envió el manuscrito al editor Grant Richards, que lo aceptó, aunque exigió cambios. Los impresores, por su parte, encontraron ofensivas expresiones como: "Ella cambió repetidamente la posición de sus piernas". Joyce se negó a alterar nada aclarando que su estilo era "de una escrupulosa vulgaridad". El libro se publicó finalmente en 1914, pero su "peculiar aroma de corrupción" no fue nada rentable: sólo se vendieron 499 ejemplares el primer año. Medio siglo más tarde, Guillermo Cabrera Infante llevó a cabo una de las traducciones clásicas de esta obra al castellano. Ahora, el escritor cubano ha revisado su traducción para publicarla en esta colección.
Babelia
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