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Antonio Fernández Alba recibe hoy la Medalla de Oro de la Arquitectura 2002

El galardón destaca "la excelencia constructiva de su obra y su constante compromiso"

El arquitecto y académico Antonio Fernández Alba (Salamanca, 1927) recibe esta tarde la Medalla de Oro de la Arquitectura 2002, que concede el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. El galardón destaca "la excelencia constructiva de su obra arquitectónica, su constante compromiso con la vanguardia intelectual y la crítica analítica, y su dilatada e influyente experiencia docente". La entrega se celebrará en el salón de actos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid (Alcalá, 13), donde el arquitecto ingresó en 1986.

"He sido educado en el movimiento moderno y soy hijo de la razón ilustrada", declaró ayer Antonio Fernández Alba, en vísperas de recoger la Medalla de Oro de la Arquitectura, que conceden los profesionales. En los años noventa se han reconocido los méritos de Rafael de la Hoz, Fernando Chueca Goitia, Joaquín Vaquero Palacios, Miguel Fisac, Ramón Vázquez Molezún, José Antonio Corrales, Julio Cano Lasso, Francisco de Asís Cabrero y Oriol Bohigas.

En el acto de entrega intervendrán hoy, a las 20.00, Carlos Hernández Pezzi, presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España; Simón Marchán, catedrático de Estética y Teoría de las Artes de la UNED, y Antonio Fernández Alba, con un discurso titulado Escrito desde la arquitectura.

La trayectoria de Fernández Alba se mueve en el ejercicio de la profesión, desde su titulación en 1957 en la escuela de Arquitectura de Madrid (convento del Rollo en Salamanca, escuela politécnica de Alcalá de Henares, tanatorios de Madrid y Granada, rehabilitación del Centro de Arte Reina Sofía, campus de la Universidad de Castellón, anfiteatro del Parque de las Naciones en Madrid); los 38 años dedicado a la enseñanza y su participación en la vida artística y cultural (grupo El Paso, revista Nueva Forma, 15 títulos como autor, entre los últimos, La ciudad herida y Espacios de la norma, lugares de invención). "El mundo de la pedagogía es permanente aprendizaje, el enriquecimiento de estar en contacto con la inteligencia joven".

"Los discursos del acto académico intentan revalorizar desde el plano de la cultura el fenómeno de la arquitectura, atacada por males que han invadido la construcción mercantilista del espacio en el mercado del habitar. Los arquitectos mantienen una tensión profesional y corporativa para construir la difícil aventura de la metrópoli contemporánea", declara Fernández Alba. Considera que la arquitectura en el siglo XX ha pasado por un periodo difícil frente a la actual arquitectura ensimismada "en la función de la forma, que ha seguido más al artista plástico que a las necesidades reales que planteaba la revolución industrial". Añade que la arquitectura no está para hacer edificios minoritarios sino "el espacio y la belleza donde habite el hombre".

Fernández Alba participó en la difusión del Estilo Internacional en los años sesenta. "El movimiento moderno recuperó la razón ilustrada, que es la carga ideológica y ética de las propuestas de la revolución industrial, compatible con un proceso de desarrollo del capitalismo. El arquitecto pretende seguir al artista, sobre todo el plástico, que hace la verdadera revolución en los lenguajes del siglo XX".

Ciudad industrial

"En el proceso de ordenación de un nuevo espacio en la ciudad industrial se da la exclusión del ingeniero en el desarrollo de las lógicas de la razón y, sin embargo, es el protagonista en la construcción de la ciudad industrial. La arquitectura se queda un poco tangente a los dos aspectos esenciales: el transporte y la producción, e intenta recuperar la forma bajo unos supuestos éticos. Hasta los años setenta y ochenta, el avance del capitalismo industrial introduce el mercado como factor determinante, en el valor del suelo y en la codificación de las imágenes".

Añade que la entrada del ingeniero y el desarrollo de la técnica da respuestas a las nuevas dimensiones espaciales, que se refugian en las corrientes del posmodernismo. "El posmodernismo tiene valores positivos, y es que frente al determinismo de la función en las décadas precedentes introduce una llamada al sentimiento y al recuerdo, y esto dulcifica la forma en el espacio de la ciudad".

El arquitecto señala que sus construcciones tienen "unas leyes lógicas, economía expresiva, coherencia entre función y forma". "No son edificios halagadores para la difusión de las revistas o el mercado de la imagen. Envejecen con dignidad y permanecen abiertos a los nuevos usos del tiempo".

Antonio Fernández Alba, ayer, en Madrid.
Antonio Fernández Alba, ayer, en Madrid.ULY MARTÍN
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