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Columna
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Madrid-Maputo

No es un raid deportivo, sino una comisión humanitaria y científica. El requerimiento parte de una fundación catalana, Ojos del Mundo, al Instituto de Oftalmología Avanzada que tiene su sede en la madrileña calle de Galileo, 104, uno de los centros más perfeccionados de Europa. ¿Podríais destacar un equipo, durante dos semanas, a Mozambique, para enseñar y formar especialistas? Ya se ha hecho en el Sáhara. Era trasladarse al hemisferio Sur, sin otros datos específicos para una misión que, al menos, hipoteca el tiempo de unos profesionales destacados. La Fundación se ocupa de allegar los fondos para la expedición, sufragados en gran parte por la próvida industria farmacéutica. Lo demás corría por cuenta del equipo explorador, capitaneado por el doctor Francisco Poyales, hijo y nieto de notables oftalmólogos, con el doctor Caro, ejerciente en Cádiz, el ayudante de quirófano, Israel López Brea, y Desi, organizadora de las actividades del grupo.

Un salto casi en el vacío, con escala en Lisboa. El lunes 14 de octubre, a primeras horas, el avión, tras sobrevolar África, se posa en el modesto aeropuerto de la capital mozambiqueña. El trayecto hacia lo que se tiene por centro de la ciudad transcurre entre chozas de caña y adobe y un hervidero de gente variopinta y parlanchina, que se corresponde con la idea formada de aquellas latitudes. El alojamiento en un edificio de cemento de dos pisos, donde la barandilla y las rejas de los balcones están sustituidas por alambre de espino. No hay luz ni agua caliente. Sin deshacer las maletas llevan el equipo al centro científico, la Facultad de Medicina, un letrero sobre el marco de la puerta de acceso. En el Hospital Central instalan los ordenadores, el instrumental, sacan de las cajas los pijamas estériles, los gorros, calzas y guantes, aunque falta una, quizás extraviada. Les ha recibido un colega, cuyo nombre no entienden, a quien, desde ese momento, llaman "doctor Salva", un mestizo de germánico y nativo portugués. Y la doctora Zambujo, única oftalmóloga titulada en un país de 20 millones de habitantes. Por el quirófano circulan salamandras, cucarachas, vuelan mosquitos. Se asoman a la sala de espera, un pasillo donde aguardan pacientemente varias decenas de enfermos, que ni siquiera han sido convocados para ese fin e ignoran la presencia de los especialistas españoles. Faltos de intérprete, van escogiendo a los que presentan síntomas de ceguera en sus globos oculares blanquecinos. La catarata, tracoma y demás dolencias específicas afectan a gran parte de la población, que da un elevado número de ciegos en edad temprana, porque no se diagnostican ni se tratan... Les operan sobre la marcha y aquellos cinco o seis iniciales recuperan la vista con la que ya no contaban. No serán una carga para sus familiares y la sociedad, sino individuos útiles.

Los medios son paupérrimos, aunque hay la sorpresa de un correcto, incluso avanzado, sistema informático. En los días allí pasados realizan más de 40 intervenciones de distinto calibre. No fueron sólo a operar, sino a enseñar a quienes deseen aprender. El personal calificado en aquella Facultad de Medicina se reduce a dos residentes, tres contratados, un par de médicos cubanos y un ruso, que mantienen una actitud distante.

Casi dos semanas con dedicación exclusiva y excluyente, salvo, al parecer, sábados y domingos, donde se interrumpe toda actividad en la República. Quizás no funcionan ni las urgencias. El equipo del doctor Poyales ve pasar los días con extenuante y gratificadora actividad. Han curado, operado e intentado instruir a los estudiantes de Medicina, poco interesados. Entregaron su tiempo, ciencia y experiencia, convocados por Ojos del Mundo, que solicita aportación económica, colaboración profesional, expertos y voluntarios. Una valiosa deducción que pasa por encima de la filantropía: promover el envío de titulados en periodo de aprendizaje y especialización, además de acoger a los estudiantes originarios en nuestras facultades. Serían bien recibidos y altos los beneficios docentes, pues no parece que la enseñanza en España esté sobrada de práctica, tan penosa de adquirir. El doctor Poyales y el equipo formado para la ocasión estarían dispuestos a volver, pero la empresa excede de la generosidad particular, incluso de la voluntad cooperadora de una organización no gubernamental. ¡Mucho ojo!

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