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Reportaje:

Davos le ve las orejas a... Lula

El presidente electo de Brasil pone a prueba la intransigencia del recetario económico liberal

El presidente del Banco Mundial, Jim Wolfensohn, acababa de hacer una excursión por el Amazonas y aprovechó, al llegar la semana pasada a Río, para visitar una de las favelas de la ciudad. El miércoles 20, ante unos 800 empresarios, ejecutivos y analistas que participaban en la reunión Negocios en América Latina, organizada por el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), Wolfensohn dijo: "El consenso de Washington ha muerto".

Wolfensohn se refería a las medidas de liberalización económica, privatización, disciplina fiscal y antiinflacionista, que han aplicado los países latinoamericanos con ingredientes diversos en la última década -dolarización, sistema de convertibilidad con el dólar, rígido o flexible, y otros-, un recetario que el entonces economista jefe del Banco Mundial para los países asiáticos, John Williamson, bautizó como el consenso de Washington.

Wolfensohn: "El consenso de Washington ha muerto"
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Después de extender el certificado de defunción del consenso, Wolfensohn abandonó la reunión. Un avión le llevaba al encuentro del presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva, que trabaja estos días en la formación de su nuevo Gobierno y en la negociación de sus apoyos parlamentarios. Lula está un día en Brasilia y el otro en São Paulo, donde la cúpula del Partido de los Trabajadores (PT) tiene su cuartel general. Wolfensohn y Lula se hicieron la foto. Todo fue sobre ruedas. El presidente del Banco Mundial, ex banquero privado de gran fortuna, es un gran relaciones públicas. No podía estar más pletórico. Pero las palabras de Wolfensohn no cayeron en el vacío. La alcaldesa de São Paulo, Marta Suplicy, que representó a Lula en el Foro, lo recordó en su discurso al día siguiente: "Jim Wolfensohn lo ha reconocido. El consenso de políticas neoliberales de Washington ha muerto".

Durante tres jornadas, una cumbre que suele destacar por la intransigencia dogmática de sus recetas a los países deudores se trocó, de repente, en un ejercicio de reconocimiento de que sí, es verdad, hay que admitirlo, a pesar de las reformas las cosas están muy mal en la economía latinoamericana, y lo peor, las élites de esos países se preguntan para qué ha sido el esfuerzo.

Fue Felipe González quien tiró la piedra en el estanque y removió las cansinas aguas. Si la pregunta de la reunión era ¿es posible crecer con mayor igualdad social?, González le dio la vuelta.

"La pregunta está mal planteada. Creo que debería ser: ¿es sostenible crecer sin una mayor igualdad social?".

González, como en sus mejores tiempos, contestó, por supuesto, que no. "No es por razones de moral. Es que la desigualdad pone en peligro el crecimiento", señaló.

Figueres, después, recordaba en los grupos de trabajo el asunto:

"Felipe González ha dicho que la pregunta está mal planteada. Discutamos, pues, si se puede asegurar el crecimiento sin distribuir mejor la riqueza...".

Sin embargo, el discurso general de González conoció un quiebro. Fue cuando, en respuesta a una pregunta, recomendó a Lula que uniera a la pasión que pone en decir que va a distribuir mejor la riqueza la pasión por crearla, porque, de lo contrario, dijo, sólo se reparte miseria.

Fuentes del PT dijeron que si hay un país donde la afirmación de González en el sentido de que las extremas desigualdades amenazan el sistema, ése es Brasil. ¿Por qué, entonces, puso González el acento en la creación de riqueza al hablar de Brasil?, se preguntaban.

Tres días de coloquios han llevado al Foro de Davos a admitir que hay que dar mayor énfasis al debate social, un asunto que hasta ahora había desarrollado con gran repercusión el Foro Social Mundial de Porto Alegre, animado por el PT. Tanto Marta Suplicy como el senador Aloizio Mercadante, uno de los principales asesores de Lula, han destacado el éxito del Foro Social, que hace pocos días reunió en Florencia, Italia, medio millón de simpatizantes, y animaron al Foro de Davos a prestar mayor atención a los temas sociales.

La reunión del Foro en Río ha sido oportuna, porque, entre otras cosas, ha permitido seguir de manera directa los planes del Partido de los Trabajadores. Según dijo el ex ministro de Economía de la dictadura militar brasileña y actual diputado conservador, Delfim Netto, el pasado viernes 22 ante 250 empresarios reunidos en la Bolsa de São Paulo, "el PT es un partido refinado".

Ese mismo día, el senador Aloizio Mercadante, uno de los principales asesores de Lula, mantuvo un coloquio y una reunión a puerta cerrada con el subsecretario del Tesoro de EE UU, Kenneth Dam. Según Mercadante, es fundamental que los bancos vuelvan a reanudar el crédito de exportación a las empresas brasileñas, reducido drásticamente en los primeros nueve meses de 2002, como medida preventiva de desconfianza ante el posible triunfo de Lula.

"La Fed puede llamar por teléfono a los bancos y ayudar a estimular la confianza", dijo.

A por ello va Lula a Washington, donde se reunirá con Bush el próximo día 10 de diciembre. En fuentes próximas a Lula se interpreta que se trata de un buen gesto de Washington recibirle antes de su posesión. Lula no piensa, según esas fuentes, abordar grandes temas de agenda, como la posición de Brasil ante la Asociación de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que promueve Bush, sino asuntos más puntuales: el apoyo del Eximbank (Banco de Crédito a la Exportación e Importación) con líneas de crédito a las empresas exportadoras brasileñas, un gesto que sería emulado por los bancos privados.

El Foro Económico se lanza ahora a la recta final de la preparación de la Cumbre de Davos, Suiza, prevista para el mes de febrero. Preguntado Figueres, al término de la conferencia latinoamericana de Río, si era posible pensar en acciones y conferencias conjuntas patrocinadas por ambos foros, dijo:

"Compartimos el objetivo de crecer con mayor bienestar. Quizá no estamos de acuerdo en los medios para lograrlo. Pero hace falta sentarse y explorar más las áreas de coincidencia que recalcar las diferencias".

James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial.
James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial.AP

El Felipe González brasileño

El miércoles 21 por la noche, el presidente Fernando Henrique Cardoso viajó a Río de Janeiro. Allí cenó con Felipe González y con el empresario mexicano Carlos Slim. Cardoso vive una luna de miel con Lula desde las elecciones del 6 de octubre.Según fuentes próximas al PT, a medida que se aproxima la fecha del traspaso de poder, el 1 de enero de 2003, Cardoso teme cada vez más a la posible deriva populista del próximo Gobierno y a un auge del nacionalismo económico.Esas fuentes subrayan que Lula prepara su plan de medidas para los primeros cien días de gobierno con gran responsabilidad, está promoviendo la firma de un pacto social -esta semana se reunirá con las seis centrales sindicales de Brasil en sesión plenaria, un hecho inédito en la historia del país- y, en paralelo, ya ha anticipado tres viajes como presidente electo: Chile, Argentina y EE UU. También baraja acudir a la cumbre de jefes de Estado de la UE en Copenhague, el 12 y 13 de diciembre.Cardoso y Felipe González, según otras fuentes, comparten la idea de que Lula debe moderar su acento en la distribución de la riqueza para no frustrar las expectativas populares en la primera etapa de gobierno. Cardoso, por iniciativa de González, ha estado promoviendo un encuentro cara a cara entre Lula y González para hablar de la actual situación. En Río, muchos hablan de Lula como el Felipe González brasileño.

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