Una gran caja de herramientas
El Pentágono está más interesado en la disponibilidad de los recursos aliados que en la ampliación de la OTAN
Estados Unidos quiere aprovechar la cumbre de Praga para poner firmes a sus aliados europeos. Los norteamericanos pretenden que la capital checa marque el punto de partida para que los aliados, los viejos y los siete nuevos miembros que se sumarán la organización, se doten de una vez por todas de las capacidades militares suficientes para ser eficaces ante la amenaza del terrorismo y la proliferación de armas de destrucción masiva, que será sancionada como la nueva prioridad de la Alianza.
Hartos de esperar a que los gobiernos europeos incrementen sus gastos en defensa, los norteamericanos no ocultan su confianza en que la futura Fuerza de Reacción Rápida de la Alianza sirva, como dice un responsable civil del Pentágono, para "establecer prioridades de inversión" a sus socios europeos. "Es necesario y urgente que EE UU desarrolle nuevos conceptos de transformación de las fuerzas armadas aliadas", remachan fuentes militares del Comando Supremo Aliado (Saclant) de la OTAN en Norfolk (Virginia).
"La ampliación tiene ventajas políticas, pero no militares. La de 1999 fue un desastre"
Esta intención no es ajena a lo que parece un planteamiento de fondo de la Administración norteamericana: si la máquina de la Alianza ya no funciona para las nuevas guerras -Kosovo puede haber sido la primera y la última guerra de la OTAN-, convirtamos al menos a la Alianza en una formidable caja de herramientas.
"Los europeos van muy lentos y EE UU no puede esperarlos más. Afganistán demuestra que EE UU y la OTAN no pueden librar una guerra juntos por la brecha tecnológica que existe entre ambos. Además, pese a que la mayoría de los barcos que patrullan actualmente el mar Rojo son de la OTAN tampoco pueden trabajar juntos por falta de interoperatividad. Esto tiene que cambiar", afirman las citadas fuentes militares. "La Alianza siempre va descubriendo las cosas con retraso, como ocurrió en Kosovo cuando nos dimos cuenta de todo lo que nos faltaba. Basta de mirar hacia atrás, hay que empezar a mirar hacia delante", insisten.
En este sentido, los militares norteamericanos son totalmente escépticos sobre la Identidad de Defensa Europea y la viabilidad de la también futura Fuerza de Reacción Rápida europea, que estará orientada hacia misiones de mantenimiento de la paz. "De momento es un lío incomprensible con países que son miembros de la OTAN y otros que no lo son", comenta con expresivo lenguaje corporal un oficial.
La ampliación de la OTAN del Báltico al mar Negro también suscita divisiones entre los funcionarios civiles y los militares norteamericanos. La próxima incorporación de Lituania, Estonia, Letonia, Eslovaquia, Eslovenia, Rumania y Bulgaria, "tiene ventajas políticas, pero no militares", afirma un jefe militar estadounidense. "Desde nuestro punto de vista, por ejemplo, la entrada de Polonia, Hungría y la República Checa en abril de 1999 durante la guerra de Kosovo fue un desastre, aunque probablemente las ventajas políticas superaran sus desventajas militares", añade.
De hecho, tres años después de su entrada en la OTAN, la situación de las Fuerzas Armadas de la República Checa, Hungría, Polonia no es mucho mejor, con estructuras anticuadas, faltas de material y entrenamiento adecuados y un largo camino aún por recorrer en la profesionalización de sus tropas.
Los militares de EE UU temen que la decepción sufrida con estos tres países se repita con los nuevos aspirantes, concretamente con Eslovenia, a quien acusan de no haber hecho apenas esfuerzos en la reestructuración de sus fuerzas ni en inversión ni tampoco en la movilización de su opinión pública a favor de la Alianza -que no llega al 50%-, y Bulgaria. Éste último país no se presenta en Praga con la mejor de las tarjetas de visita posibles tras el reciente descubrimiento de la venta de piezas de carros blindados a Siria y probablemente a Irak, dos países que encabezan la lista norteamericana de Estados que patrocinan el terrorismo. A su favor cuenta que Sofia ha ofrecido a EE UU su espacio aéreo y una base en el mar Negro ante un ataque a Irak y que proporcionó apoyo logístico en las campañas de Kosovo y Afganistán.
Las ventajas políticas que se derivan de un área de seguridad y estabilidad tan amplio tienen su contrapartida desde el punto de vista militar en el problema que supone dirigir una alianza compuesta por 26 países y cuya toma de decisiones es por consenso.
En su visión de una nueva OTAN, EE UU también pondrá sobre la mesa en Praga su programa de Defensa de Misiles, que el Pentágono sigue desarrollando pese a los ataques de Al Qaeda y el acoso a Irak. El proyecto de escudo espacial cuenta con un presupuesto para 2003 de 7.800 millones de dólares e incluye oficialmente que "la participación aliada, en la OTAN y a través de canales bilaterales, es un componente clave a largo plazo". Washington quiere obtener la cooperación del Reino Unido y de Dinamarca para modernizar las estaciones de radar de la base de la RAF en Fylingdales, al norte de Yorkshire, y de la base de Thule, en Groenlandia.
La Administración de Bush ha definido un nuevo enemigo, el terrorismo, que borra las fronteras de actuación de la Alianza, pero su enfoque sobre esta amenaza global no es compartida por todos los europeos. Estados Unidos sigue siendo clave para la estabilidad europea y, como demuestra el proyecto del escudo espacial, los norteamericanos necesitan a los europeos para protegerse a sí mismos. En Praga nace una nueva OTAN y también una nueva relación trasatlántica.
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