Los comunistas chinos pactan la llegada de la tecnocracia al poder
Tras la clausura del congreso, Hu Jintao será nombrado hoy secretario general del partido
El XVI Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), reunido en Pekín desde el viernes pasado, fue clausurado ayer en el Gran Palacio del Pueblo al son de La internacional y bajo unos enormes hoz y martillo. Son restos de la iconografía marxista a los que se sujeta un partido que ha abierto sus puertas al capitalismo y cuya nueva generación de dirigentes se ha especializado en economía para adaptarse a los vientos que soplan en China. El presidente Jiang Zemin, de 76 años, entrega hoy el testigo al nuevo secretario general del PCCh, Hu Jintao.
Nuevas caras, nueva sangre, nuevas energías. La retirada de Jiang ha facilitado el acceso al poder de la llamada cuarta generación de dirigentes, que ocupó ayer, por primera vez, sus escaños en el Comité Central. Este órgano se ha ampliado y ahora consta de 356 miembros y suplentes. De ellos, 180 son nuevos y una quinta parte tiene menos de 50 años. La misma edad que muchos de los hombres de negocios y empresarios que se han hecho millonarios en estos años de apertura económica y a los que el PCCh legaliza, si tenían carné, o acoge para que cooperen 'desde dentro' en el avance del país.
Bien trajeados y encorbatados, los nuevos mandarines representan mejor a la 'sociedad modestamente acomodada' de que hablan los estatutos -modificados en este congreso-, que a los obreros y campesinos a que se limitaba la anterior constitución del partido. La mayoría tiene estudios universitarios y ha viajado al extranjero, lo contrario que sus predecesores. 'Es un cambio tremendo', decía uno de los 2.114 delegados que asistieron al cónclave a los periodistas que le rodearon a la salida.
La cuarta generación hereda un país que ha tenido un desarrollo vertiginoso en las últimas décadas y que se dispone a repetir el milagro en las venideras. Los analistas consideran que la tarea será ahora más difícil pero 'no imposible'. Millones de obreros han perdido sus trabajos en la reestructuración de las grandes empresas estatales y el atraso en que está sumido el campo ha obligado a millones de campesinos a una huida hacia adelante en la ciudad. Pekín, que se beneficia de esa mano de obra barata para sus grandes obras de infraestructura, ha enviado a sus aldeas natales a decenas de miles de ellos durante los días precedentes al congreso, en parte por la obsesión por la seguridad y en parte para mostrar a los 1.500 periodistas que han cubierto el evento que en la capital no hay pobres.
Ha sido, según Jiang Zemin, el congreso de la 'unidad, la victoria y el progreso'. Hoy se reúne el nuevo Comité Central para elegir al nuevo Buró Político, que, a su vez, elegirá al Comité Permanente, el máximo órgano de poder en China, y éste al secretario general. La televisión china mostró ayer a los delegados del congreso rellenando las papeletas de voto para el Comité Central, una farsa pactada, al igual que las de hoy.
Jiang ha dejado el partido pero seguirá como jefe de Estado hasta la celebración en marzo del pleno de la Asamblea Popular Nacional. Entonces abandonará también este cargo y posiblemente se vuelva a su Shanghai natal, donde se está construyendo una lujosa casa. La generación que se ha retirado, sobre todo los seis que, además de Hu Jintao, estaban en el Comité Permanente del Buró Político, han entrado en los 70 años o se encuentran cerca de ellos, pero a pesar de la avanzada edad casi ninguno quería abandonar su sillón. Seguramente ha sido la preocupación por la protección de sus intereses personales y familiares lo que les ha enzarzado en estos meses en una titánica lucha por dejar bien colocados a sus peones.
Por tanto, la cuarta generación toma el poder con la desventaja de los compromisos contraídos para ascender. Además, el llamado partido de los príncipes, los hijos de la cúpula que ayer se jubiló y de algunos altos mandos militares, que también pertenece por edad a la cuarta generación, va a ejercer una enorme presión entre muchos de los que ayer se sentaron por primera vez en el Comité Central.
Los expertos señalan que sólo una lucha decidida contra la corrupción y una mayor transparencia en las actividades y decisiones del PCCh pueden ayudar a los nuevos líderes. Les tocará tomar decisiones tan golosas como la apertura de bancos privados, considerada esencial para el avance de China hacia la plena adopción de la economía de mercado.
El XVI Congreso ha sido una muestra más del secretismo y del oscurantismo que dominan el PCCh desde los tiempos de su fundación hace 81 años. Los más optimistas, sin embargo, confían en que los nuevos dirigentes sean capaces de desarrollar, al igual que la reforma económica que tantos beneficios ha traído a China, una reforma política que permita al partido abrirse, democratizarse y liberarse de la corrupción que rampa por sus filas.
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