Cajas transparentes
El cura Castillejo no encuentra quién le sustituya en la presidencia de Cajasur. Teniendo en cuenta que tiene 74 años, el asunto debería de preocuparle. Si Cajasur, en vez de ser una caja de ahorros, fuera una empresa que cotizara en bolsa, sus acciones caerían en picado: el dinero no quiere sorpresas y las empresas no pueden estar en manos de personas imprescindibles; especialmente cuando estas personas han rebasado de sobra la edad de la jubilación.
Castillejo quiere que su sucesor sea cura, como lo es él, aunque una parte de la propiedad de la caja esté en manos del poder civil. Con estas exigencias, el relevo se complica. Imagino que, en un caso así, más que a una empresa de head hunters habría que recurrir al Espíritu Santo para que le buscara sucesor. Además, el mercado laboral de clérigos con conocimientos de finanzas es bastante estrecho, y los más conocidos no gozan precisamente de gran prestigio: no olvidemos que el ecónomo de Valladolid y el párroco de Castillo de Garcimuñoz se hicieron famosos gracias al escándalo de Gescartera.
La pensión multimillonaria de Castillejo y sus hermanas -por pintoresca que resulte- no es sino una manifestación más del descontrol existente en las cajas andaluzas, en las que se han llegado a ver hasta rufianescos episodios de espionaje. Los peculiares orígenes de las cajas no deben de mantenerlas al margen de las exigencias de transparencia que se requieren en estos tiempos. Es sólo la irracionalidad del cura Castillejo la que debería de ser sometida a crítica; no su moral religiosa, que es algo que sólo debe de preocuparle a él, a su obispo y a su Papa. En estos asuntos, los partidos políticos nada tienen que decir.
La semana pasada, José Caballos (PSOE) recordaba que la Ley de Cajas andaluza prevé que éstas tengan un 'código de conducta'; pues, ya es hora. Tenía razón Caballos cuando pedía transparencia en los ingresos de los directivos y que las cajas dejen de ser 'un botín de guerra'. Criticaba también que, muchas veces, los recursos de la obra social se destinan a 'prebendas' y que las 'superpensiones' carecen de sentido. Vaya panorama. Y eso, a pesar de que las cajas son entidades benéficas y de que la filantropía resulta incompatible con la codicia.
Menos fino hilaba Caballos cuando aseguraba que su partido tiene datos de 'los favores' de Cajasur al PP. Una acusación de este tipo resulta sospechosa: ¿estos datos los ha conseguido el PSOE por sí mismo o gracias a las inspecciones de la Consejería de Economía?
Además de transparencia, hace falta juego limpio. La fórmula que adelantaba el pasado domingo Javier Pérez Royo podría ser la solución: el Parlamento debe de encargarse del asunto, convocar a todos los presidentes de cajas andaluzas y reclamar la documentación que posee la Consejería de Economía; con lo cual se ataja cualquier posible ventajismo. Es más, si esto se hiciera con cierta periodicidad, las cajas actuarían con más prudencia: es sabido que la gente multiplica sus cautelas cuando se siente observada.
Lo de Castillejo no tiene por qué ser un caso singular, producto de la peculiar personalidad de este clérigo, sino la consecuencia de un poder incontrolado ejercido a lo largo de mucho tiempo. La transparencia es en estos casos el mejor de los antídotos posibles.
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